Todos sabemos el lugar importante que ocupa una madre en el corazón del rey, de igual forma vemos la atención que puede prestar este rey ante la voz suplicante de aquella mujer que lo ha engendrado. Así ocurre en la relación de Jesús Rey de Reyes con su Santísima Madre, la Virgen María, que consideramos Reina del Cielo y de la Tierra.
En la tradición hebrea la madre del rey es considerada reina, pero para nosotros, más allá de la tradición tenemos a Maria como Reina porque Jesús es nuestro Rey y Señor. Él ha sido quien nos ha redimido y Ella ha cumplido un papel fundamental en el plan de salvación.
La Virgen Inmaculada, preservada inmune de toda mancha de culpa original, terminado el decurso de su vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial y fue ensalzada por el Señor como Reina universal con el fin de que se asemejase de forma más plena a su Hijo, Señor de señores (cf. Ap 19, 16) y vencedor del pecado y de la muerte. (Conc. Vaticano II, Lumen gentium, n.59).
Por ello, el Papa Pio XII, resumiendo toda la tradición de los siglos anteriores, escribió con suma devoción: “Porque la Virgen María fue exaltada a ser la Madre del Rey de los reyes, con justa razón la Iglesia la honra con el título de Reina”. (Ad Caeli Reginam, n.32).
El encuentro con Dios Trinidad, fin último del hombre, felicidad plena sin amenazas, llegará con Jesús y su reinado, y éste con el Reinado de María, según San Luis María Grignion de Montfort: «Por medio de la Santísima Virgen vino Jesucristo al mundo y por medio de Ella debe también reinar en el mundo» (VD 1). Y en otro lugar dice el santo: «Si el conocimiento y reinado de Jesucristo han de dilatarse en el mundo como ciertamente sucederá, esto acontecerá como consecuencia necesaria del conocimiento y reinado de la Santísima Virgen, quien lo trajo al mundo la primera vez y lo hará resplandecer, la segunda». (VD 13). Por último: «Venga a nosotros el reinado de María, para que venga, Señor, tu reinado». (VD 217).
El Reinado de María es el Reinado de su Inmaculado Corazón, según las apariciones de la Virgen en Fátima, con la victoria final anunciada por la Madre de Dios: «Mi inmaculado Corazón Triunfará» (13 julio de 1917). El triunfo del Reinado de Jesús (cf. Jn 16, 33; 1Co 15, 57) nos adviene a través de la devoción al Inmaculado Corazón de María, manifestado en Fátima y que forma parte del Patrimonio de la devoción católica a la Virgen María.