Con la parábola los talentos, Nuestro Señor nos vuelve a recordar que la vida presente debe ser vivida como espera y preparación para la futura.
Dios da a cada hombre unos talentos: el don de la vida, la capacidad de entender y querer, de amar y de obrar, la gracia, la caridad, la belleza moral y física, la salud, la vocación personal… A nadie hace injuria distribuyendo sus dones en medida diferente, pues da a cada cual lo suficiente para su salvación. Lo importante no es recibir mucho o poco, sino administrar y negociar con inteligencia sobrenatural lo recibido.
El siervo haragán
Es falsa humildad no reconocer los dones de Dios y es pusilanimidad y pereza dejarlos inactivos. Así obró el siervo haragán que enterró el talento recibido, por lo que el Señor le reprendió duramente.“Siervo malo por inútil y perezoso. Sabías que siego donde no siembro y recojo donde no esparzo. Pues conforme a esta ciencia tenías que haber puesto el dinero en un banco para que al volver pudiera recobrar lo mío con intereses” (Mt 25, 26).
Dios no es duro, sino que es recto. Exige que irradie con lo que me ha dado. Me ha hecho luz, me ha hecho calor. Exige que irradie luz y calor. Exige mi colaboración. No puede prescindir de mi trabajo, no deja de reclamar mi responsabilidad. Me ha hecho manos de Él y exige que las manos presten su servicio. Dios me asocia generosamente a su trabajo. Dios trabaja siempre. Por eso Jesús también siempre trabaja. Trabajar en este pasaje es servir.
El siervo bueno y fiel
Al asociarte a Él, Dios te quiere activo y responsable, trabajador incansable como Él. Gratuitamente lo has recibido todo y Dios te exige con ello actividad misericordiosa. Debes fructificar con los bienes que te han sido donados por Dios.
“Señor, confiaste en mí y me diste cinco talentos. Aquí tienes otros cinco. Muy bien, siervo bueno y fiel. Has sido fiel en lo poco. Te pondré al frente de lo mucho. Entra en el gozo de tu Señor” (Mt 25, 20). El único medio de conservar lo que Dios te ha confiado es no reservarlo sólo para ti. ¿quieres acrecer lo que tienes? Sólo hay un camino: ponerlo al servicio.
Tu inteligencia será como inteligencia de Dios si la aplicas a estudiar cómo puedes rentar más y mejor con lo que Dios te ha confiado. ¿Quieres adquirir lo que tienes, quieres hacerlo tuyo? Gástalo en los demás. Hazlo fructificar para los demás. Debes dar a tu hermano un amor activo. Te debes no sólo a tu familia, no sólo a tu comunidad particular, sino al mundo entero: “Id al mundo entero…”(Mc 16, 15) Y en el mundo entero debes buscar principalmente a los desheredados y éstos servir, a éstos ayudar.
Liberalidad de Dios
Por lo demás, a quien más se le ha dado, más se le exigirá. Por eso en la cuenta cada cual será tratado según sus obras. Castigo tremendo el del empleado holgazán. Alabanza para los empleados fieles, los cuales reciben un premio inmensamente superior a sus méritos: «Has sido fiel en lo poco. Te pondré al frente de lo mucho.» Es el premio de la liberalidad de Dios, que admite a sus siervos fieles a la comunión de su vida y felicidad eternas.
El ejemplo de María
En María Inmaculada, toda la gracia que Dios repartió a las demás criaturas, se reunió en Ella y aún mucho más todavía, y esto ya desde el primer instante de su existencia. El Ángel en la Anunciación la llama «llena de gracia». Santo Tomás de Aquino dice que la gracia de María es casi infinita, es decir, que la gracia de María no podemos calcularla ni darnos una idea de lo que fue en realidad. Dicho de otra manera, no podemos calcular los talentos con que Dios ha revestido a su excelsa Madre.
Pero no es esto lo más admirable, sino lo que más debe llamarnos la atención es que, a pesar de ser tanta y tan hermosa la gracia que María recibió del Señor, no se dio por contenta, sino que se esforzó en cooperar con esa gracia, de tal modo que la fue aumentando prodigiosamente sin cesar, hasta el fin de su vida. Esto sí que es admirable.
Qué bien nos enseña nuestra Madre y Maestra a conocer, a apreciar y a fructificar los talentos que Dios nos ha dado. No son para enterrarlos, sino para negociar con ellos y aumentarlos. María con su ejemplo nos dice que cuanto mayores sean las gracias y dones que Dios nos concede, mayor es la obligación que tenemos de trabajar con ellos, para que rindan ese fruto de «vida eterna» que Dios espera.
Y la Virgen Santísima también desea que vayamos aprendiendo a ver “todo” lo que nos sucede, favores e infortunios, como gracias de Dios o ‘talentos’ y que de “todo” sepamos dar gracias: “porque es bueno y necesario darte gracias siempre y en todo lugar…” decimos en la Santa Misa. Que pongamos aparte una como visión mercantilista que a veces tenemos de la vida, apreciando como ‘bueno o malo’, ‘mejor o peor’, según un cálculo muy humano. Es un ‘talento’ la salud, también lo es la enfermedad. Nuestra Señora acogió como ‘don’ de Dios su divina Maternidad, pero también el tener a su Hijo muerto en sus brazos al pie de la cruz. “Todo” coopera para bien de los que aman a Dios, dice San Pablo. Consideremos “todo” como “talentos” que nos concede Dios para “negociar” nuestro amor vida eterna.
Si hubiéramos trabajado y correspondido a tantos dones como el Señor nos ha dado ¿cuál sería ahora nuestra santidad?
Pero estamos a tiempo. Miremos a María y decidámonos a seguir su ejemplo…, a trabajar de tal modo que podamos al fin de nuestra vida, como San Pablo, dar gracias a Dios porque «su divina gracia -los talentos que Dios nos dio- no ha sido estéril en mí».