El Evangelio de hoy contiene varias enseñanzas fundamentales para todo discípulo y seguidor de Cristo. Por un lado el apóstol Juan se queja ante Jesús porque un hombre que no era de su grupo echaba demonios en nombre del Maestro. Y ellos, celosos, se lo habían impedido. Habían obrado por un noble sentimiento, pues temían que el nombre Bendito del Señor fuera profanado por gentes sin autoridad. Pero en el fondo, podría haber también quizá algo de envidia y celo amargo. El Señor les responde: “No se lo prohibáis, porque no hay alguno que obre un milagro en mi nombre y pueda luego hablar mal de mí. Quien no está contra nosotros, por nosotros está.”
Recompensa prometida
Sin reprender directamente a sus discípulos, que habían creído obrar bien y salir en su defensa, Jesús les hace ver su yerro y les muestra que habían procedido con estrechez de espíritu. Les recomienda, pues, para lo venidero una conducta más amplia, sentimientos más generosos. A continuación el Señor anuncia la recompensa que tendrán todos aquellos que, por amor a Él, traten bien a sus seguidores. Por eso les dice: “Todo aquel que os dé un vaso de agua por el hecho de ser discípulos míos, no quedará sin recompensa”.
El escándalo a los pequeños
Luego, por contraposición, en un lenguaje de asombrosa energía, manifiesta su indignación contra todos aquellos que con palabras o ejemplos cometen el crimen de llevar al mal esas almas puras y delicadas. «Si alguno escandalizare a uno de estos pequeñuelos que creen en mí, mejor le fuera que le pusieran al cuello una piedra de las que mueve un asno y que se le arrojara en lo profundo del mar.»
Terribles palabras que podríamos aplicar hoy día cuando tantos escándalos y abusos se dan contra los más pequeños. La imposición de ideologías malsanas y contrarias a la naturaleza y dignidad humana están matando la pureza en esas almas inocentes. Para esos que así obran, el Señor les anuncia el castigo. No quedará impune su pecado. Así, antes de causar la pérdida eterna de un alma, preferible sería morir de muerte horrible y despiadada.
Mejor te está entrar manco en la vida
Por último el Señor nos hace una exhortación apremiante a evitar el pecado aún a costa de los más dolorosos sacrificios para salvarnos y heredar la vida eterna: “Si tu mano te escandalizare, córtala; mejor te está entrar manco en la vida, que tener dos manos e ir a la gehenna, al fuego inextinguible, en donde el gusano no muere, y el fuego nunca se apaga”. Jesús no invita aquí a la mutilación, sino que invita a hacer cualquier sacrificio, por costoso que sea, antes que pecar.
En una sociedad en la que predomina el placer, el hedonismo, la confusión, el escándalo y que parece que le ha declarado la guerra a Dios, María es la estrella que nos guiará a puerto seguro. Pidámosle que nos enseñe a ser perfectos discípulos de Cristo, dispuestos a renunciar a todo antes que perder la amistad con Dios.