La Santísima Virgen se apareció a la joven Bernardita Soubirous, en la Gruta de Massabielle, a orillas del río Gave, en Lourdes (Francia) en 1858. Fueron 18 apariciones. La principal fue la del 25 de marzo, en que reveló su nombre: «Yo soy la Inmaculada Concepción».
Las apariciones
En la primera aparición, la Joven de ojos azules, toda rodeada de luz, -dice Bernardita- «me sonrió deliciosamente, y me hizo seña con la mano que me acercase. Tomé el rosario, me puse de rodillas y quise santiguarme, pero no pude levantar la mano. La Joven asió su rosario con las manos y se santiguó. Entonces me santigüé yo también y se me quitó el miedo. Recé el rosario sin dejar de mirarla, Ella pasaba las cuentas, pero sólo rezaba los glorias, bajando la cabeza. Al acabar el rosario me saludó sonriendo, se retiró dentro del hueco y desapareció». Bernardita comentaría: «Jamás vi nada tan hermoso. Es tan bella que cuando se la ha visto una vez, se desea morir para volver a verla».
María comienza su encuentro con la señal de la Cruz. El Papa Benedicto XVI explicará que la Cruz es compendio de nuestra fe, que nos dice cuánto nos ha amado Dios: «Y la Virgen invita a todos los hombres de buena voluntad, a todos los que sufren en su corazón o en su cuerpo, a levantar los ojos hacia la Cruz de Jesús para encontrar en ella la fuente de la vida, la fuente de la salvación».
En la tercera aparición, la Virgen habla por primera vez. A Bernardita, que le tiende una hoja de papel y un lápiz para que escriba su nombre, la «Señora» responde: «lo que tengo que decirle, no es necesario escribirlo». María quiere entablar con Bernardita una relación de corazón a corazón. Y Bernardita se abre a este mensaje de amor.
La segunda palabra de la Virgen fue: «¿Quiere usted hacerme el favor de venir aquí durante quince días?» Bernardita declaró: «Fue la primera vez que alguien me trató de usted… me miraba como una persona mira a otra persona». Bernardita, sintiéndose así respetada y amada, experimenta el hecho de ser ella misma una persona. Todos somos dignos a los ojos de Dios; porque Dios ama a cada uno.
La tercera palabra de Nuestra Señora fue: «No le prometo la felicidad en este mundo, sino en el otro». Lo más importante es la salvación eterna de nuestras almas.
En la octava aparición, el rostro de Bernardita se entristece; llorando se vuelve a los circunstantes y repite las palabras de la Virgen: «¡Penitencia, penitencia, penitencia!», que además le ha pedido: «Reza por los pecadores».
La novena aparición será el día memorable del regalo de la fuente milagrosa. La Virgen le dice: «Vaya a beber a la fuente y a lavarse en ella». Bernardita va al fondo de la Gruta, escarba en el suelo y comienza a brotar el agua, primero sucia, después clara y limpia. Luego la Virgen le manda: «—Vaya a comer aquella hierba que hay allí».
En la décima aparición la Virgen le indica: «Vaya a besar la tierra en penitencia por los pecadores». De rodillas va al fondo de la gruta, besando el suelo muy a menudo. Bebió de la fuente con la mano, y se lavó un poco.
El hombre, que no es un ángel, sólo accede a las realidades espirituales mediante signos sensibles y corporales. La penitencia, como signo, es la vía normal que conduce a la penitencia como realidad: la conversión del corazón.
A partir del gesto penitencial de Bernardita, la fuente de agua viva brota en el fondo de la gruta, como símbolo inagotable de las gracias concedidas a Lourdes.
En la decimotercera aparición, María pide a Bernardita: «Vete a decir a los sacerdotes que se construya aquí una capilla y que se venga en procesión». Desde entonces, peregrinos de todo el mundo acuden a la gruta de Massabielle para escuchar el mensaje de conversión y esperanza. En este lugar la Virgen ha realizado muchos milagros, tanto en el plano físico, como en el espiritual.
El 25 de marzo de 1858, día de la decimosexta aparición, Bernardita, siguiendo la iniciativa del párroco de Lourdes, pide a la «Señora» que le diga su nombre. Por tres veces hace la pregunta. A la cuarta vez, la «Señora» abrió sus brazos, los levantó hacia el cielo, los bajó, luego los recogió y apretó contra su pecho, alzó sus ojos al cielo, bella con belleza de Dios, y humilde, agradecida, respondió (en dialecto): «Soy la Inmaculada Concepción».
El mensaje de la Virgen
Se puede resumir el mensaje de la Virgen en Lourdes en los siguientes puntos principales:
1) Agradecimiento por la definición del dogma de su Concepción Inmaculada, declarado cuatro años antes (1854), al tiempo que así se presenta Ella misma como Madre y modelo de pureza para un mundo necesitado de ésta.
2) Exaltación de la pobreza y humillación aceptadas cristianamente, al escoger a Bernardita como instrumento de su mensaje.
3) Repetir que lo importante es ser feliz en la otra vida, aunque para ello sea preciso aceptar la cruz.
4) Importancia de la oración, del Santo Rosario, de la penitencia y humildad, de las procesiones, de los templos y de las velas encendidas.
5) Como las otras epifanías marianas, Lourdes es antes de nada prueba del cariño maternal de la Reina, que nos tiene a todos por hijos; debido al cual muestra su preocupación y tristeza por los pecadores. Y al mismo tiempo multiplica sus gracias, también materiales, de curaciones milagrosas, para atraer a sus hijos al amor del Corazón de Jesús.