En este primer domingo de Adviento la liturgia nos invita estar preparados y en vela, no sólo para rememorar los misterios del nacimiento de Cristo, sino también para que estemos pendientes de su segunda venida como Juez Mesiánico.
La curiosidad de saber cuándo será la venida de Cristo es superflua. Basta lo que Jesús anunció hace dos mil años. Nosotros debemos vivir con sencillez y paz, pero sin descuidar nuestras obligaciones de cristianos, que se resumen en quitar el pecado de nuestras vidas y llenarlas de amor a Dios.
Como en los días de Noé
Hoy Jesús nos advierte que su segunda venida será como en los días de Noé. La gente vivía despreocupada de lo verdaderamente importante: el conocimiento de Dios y la salvación del alma, y se entregaba a toda clase de placeres y diversiones que manchaban sus almas. Entonces vino el diluvio y los sorprendió sin tiempo para arreglar sus cuentas con Dios.
¿Ante el panorama mundial que vivimos, no podríamos preguntarnos si la sociedad actual vive como en los tiempos de Noé? ¿Tendremos nosotros tiempo de arrepentirnos, cambiar de vida y estar preparados?
Por eso el llamado de Jesús nos indica lo que hemos de hacer. La disposición de todo fiel discípulo de Cristo debe ser buscar la conversión cada día, luchar contra las cosas que le apartan de Dios, esforzarse por mantener el alma en gracia y crecer en santidad. Entonces, cuando lleguen todas las calamidades anunciadas por Jesús, no los tomarán por sorpresa y estaremos fortalecidos para soportar la prueba.
La venida de Cristo
Con la celebración del Adviento, el cristiano no debe mirar solamente lo que ya ha pasado, sino lo que está por venir. En medio de todas las desgracias del mundo tiene la certeza de que la simiente de luz sigue creciendo oculta, hasta que un día el bien triunfará definitivamente y todo le estará sometido: el día que Cristo vuelva.
Sabe que la presencia de Dios, que acaba de comenzar, será un día presencia total. Y esta certeza le hace libre, le presta un apoyo definitivo y lo llena de esperanza.
Mujer del Adviento
Una excelente manera de estar preparados y dispuestos es vivir nuestra vida cristiana cerca de María, la Mujer del Adviento.
Ella vivió siempre preparada en la espera de la venida del Salvador.
Por eso ante el anuncio del ángel fue capaz de dar su sí, a pesar de todo lo que eso suponía.
Un sí que mantuvo durante la vida pública y difícil de su Hijo, que ratificó en el supremo sacrificio del Calvario y que fue sellado definitivamente con la venida del Espíritu Santo en Pentecostés.
Dios siempre encontró a María en vela y preparada. Que también a nosotros nos encuentre así y pueda obrar las maravillas que obró en Nuestra Madre.