La Encarnación del Hijo de Dios, que hoy celebramos, es uno de los mayores misterios de nuestra fe, y acontecimiento sublime de la historia de la humanidad, del que se origina toda la obra redentora de Jesucristo.
Y es en María donde se realiza este episodio culminante. La Bondad infinita, que es Dios, desciende y se nos ofrece en un hombre: Jesús.
Podemos imaginar y entrar en la escena como un amigo o una vecina, y sacar enseñanzas para nosotros.
- Dios decreta y realiza una gran obra en nuestro favor: librarnos de nuestros pecados. Pide, como dice S. Ignacio, el “conocimiento interno del Señor que por ti se hace hombre, para que más le ames y sigas”.
- María estaba sola y orando cuando llegó el Arcángel. Porque toda la vida de María, aun en sus más sencillas y vulgares actividades, fue siempre oración. Dios se comunica en la oración.
- En la oración recibió el mensaje de ser la elegida para traer a Dios al mundo, para traer la salvación, la alegría, la luz, la paz, según la profecía de Isaías: “Un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado. Tiene sobre sus hombros el poder y se llamará Maravilloso Consejero, Dios fuerte, Padre sempiterno, Príncipe de la Paz, para dilatar el imperio y para una paz sin fin… desde ahora y para siempre” (Is. 9, 6-7).
- La respuesta de María no es de oposición sino de total apertura y disponibilidad, aunque fuera costoso: “He aquí la esclava del Señor, Hágase en mí según tu palabra”. Así es la vida de toda persona de fe.
- María lleva desde ahora ya a Dios. Todo ha cambiado en el mundo. Pero exteriormente nada acusaba a los ojos de los vecinos que en casa del carpintero tuviera lugar algo tan fuera de lo ordinario.
El inalcanzable a nuestro alcance
Así son las cosas de Dios. Para Dios se madura en el silencio, en la vida diaria y monótona pero llevada con gran profundidad de amor de Dios.
El marido trabajaba. Seguía recibiendo simples encargos. La mujer limpiaba la casa, traía agua del pozo, preparaba el pan y según se acercaba el tiempo del alumbramiento iba confeccionando la ropa con que vestir y abrigar al Hijo.
- Dios, el inalcanzable, está ya a nuestro alcance. Y viene a través de una mujer, la bendita entre todas las mujeres: María Santísima. Éste es el don más grande que Dios nos ha podido hacer.
“El Verbo de Dios se hizo carne”. ¿Qué encierra esa frase?
- Que Jesús quitó lo diabólico que había en el hombre = lo malo, el pecado.
- Que Jesús asumió, hizo suyo lo connatural y propio del hombre: todo lo del hombre, menos el pecado.
- Que Jesús, confirió al hombre todo lo divino. Así, desde que Jesús, el Hijo de Dios, se ha hecho hombre, todo lo del hombre queda hecho sobrenatural.
Jesús, el Verbo Encarnado, es el rostro y la voz de Dios. Es Dios visto en rostro de hombre, oído en voz humana. Al Padre no se le ve. Se le ve en Jesús.
En Jesús tomamos contacto con Dios, nos unimos a Dios. Restablece la Verdad en ti. Vívela. Acomoda tu visión a la de Dios. Enfoca todo con enfoque de Dios.
Acudamos a María
Estos días de Cuaresma, en que Dios nos regala más tiempo para reflexionar, aprovechemos también para orar más, para detenernos en el recorrido de nuestra vida, para desempolvar lo que creímos que no nos era ya prioritario y resultó que sí lo era…
Acudamos a María, para pedirle que nos enseñe el arte del silencio para la interiorización de la Palabra de Dios. En la oración Dios siempre nos habla, sólo necesita encontrar un corazón dócil a su Voluntad como el de la Virgen de Nazaret.