«Señor, si hubieses estado aquí, no hubiese muerto mi hermano» (Jn 11, 21), dijo Marta a Jesús ante su hermano Lázaro vuelto cadáver. Cierto, el hombre sin Dios: un cadáver, la muerte.
La resurrección de Lázaro. Milagro grandioso, que San Juan Pablo II califica como « un “preludio” de la cruz y de la resurrección de Cristo, en el que se cumple la victoria definitiva sobre el pecado y la muerte».
El pasaje del Evangelio de hoy nos dice que Jesús es la resurrección y la vida, la verdadera-eterna, la vida perfecta sin fin. La que debemos desear y la que debemos esforzarnos por conseguir.
En verdad, Jesús, Dios y hombre verdadero, es el manantial de vida, por el cual todos nosotros hemos de resucitar un día, porque Dios nos creó para la vida y no podía dejamos en la sombra de la muerte. Así se presentó a María y a Marta en Betania: «Yo soy la Resurrección y la Vida, el que cree en mí, aunque hubiera muerto, vivirá» (Jn. 11, 25). Y comprueba toda la verdad de sus palabras con la resurrección de Lázaro.
Más allá de la catástrofe… un futuro de esperanza
Aunque podemos sacar varias conclusiones de este precioso pasaje evangélico, vamos a centrarnos hoy en la oración y en la confianza.
“Quien se apoya en Dios no vacila” (Is.28,16). En la catástrofe se mantendrá en pie. El triunfo tendrá la última palabra en el hombre de fe. Para quien, en la fe, confía en Dios, más allá de la catástrofe de la desgracia, hay siempre un futuro de esperanza.
Tan sólo con la omnipotencia de Su palabra, un muerto de cuatro días, ya en descomposición, sale del sepulcro con la piel tersa como la de un niño. Eso sólo lo consigue la confianza en la Palabra omnipotente de Dios.
Señor, el que amas está enfermo
Nos encontramos en un momento difícil de la historia. En el corazón de muchas personas se asienta el temor y la incertidumbre. En estas circunstancias viene bien recordar que Dios es cercano al hombre, es «amigo». Así en todo el relato de este Evangelio, se recuerda varias veces la amistad de Jesús con Lázaro y sus hermanas, La súplica de las hermanas deja entrever una relación de confianza, de cariño, de cercanía: «Señor, el que amas está enfermo».
Palabras que resuenan en nuestros corazones con una vibración especial en estos días: sabemos de enfermos, de personas que sufren… Cómo no repetir la súplica de estas hermanas: «Señor, el que amas… está enfermo, tiene miedo, necesita comida, medicinas, se siente solo, agobiado…» . Marta y María saben que Jesús en su Amigo y que basta presentar la necesidad para que el amigo se compadezca y ayude. ¡Eso es la oración! Así, nosotros, debemos acudir a Dios en la oración, confiando que el Señor, que nos ama, nos escucha.
La petición insistente triunfa
Dios es amigo que escucha: Confía pues en Él, cuán grande es su amistad tan grande la seguridad de ser oído por Él. Dios es un Dios cercano, bueno. En la oración te acercas a Él. Un amigo jamás responde negándose. Connatural en Dios es acceder a la petición del amigo. En la oración pides a Dios y Él siempre te escucha porque ya eres amigo de Dios en Jesús. Cuando tengas cualquier necesidad: preséntala a Dios. Pero preséntala con insistencia. Así lo dice Él en el Evangelio. La insistencia confiada la quiere Dios en tu oración. La petición insistente triunfa. Hace caer obstáculos insuperables. Persevera. El hombre nunca cansa a Dios.
Abandonarse al amor de Dios
Podemos sentir la tentación de desconfiar de la amistad de Dios porque la pandemia sigue, las dificultades aumentan. Escribía S.S. Benedicto XVI: «Al leer esta narración, cada uno de nosotros está llamado a comprender que en la oración de petición al Señor no debemos esperar una realización inmediata de aquello que pedimos, de nuestra voluntad, sino más bien encomendarnos a la voluntad del Padre, leyendo cada acontecimiento en la perspectiva de su gloria, de su designio de amor, con frecuencia misterioso a nuestros ojos. Por ello, en nuestra oración, petición, alabanza y acción de gracias deberían ir juntas, incluso cuando nos parece que Dios no responde a nuestras expectativas concretas. Abandonarse al amor de Dios, que nos precede y nos acompaña siempre, es una de las actitudes de fondo de nuestro diálogo con él…»
Una Intercesora eficaz
Que el testimonio de la resurrección de Lázaro nos sirva para crecer en la esperanza en esta época de ansiedad e incertidumbre. Dediquemos más tiempo a la meditación y aprovechemos estos días para espigar la Sagrada Escritura, llena de frases que nos invitan a la confianza en Dios. Para el seguidor de Jesús, por encima del temor está la confianza en Dios, Amigo y Padre, que todo lo dirige para nuestro bien. Podemos repetir con el Salmo de la Santa Misa de hoy: «Desde lo hondo a ti grito, Señor; Señor, escucha mi voz, estén tus oídos atentos a la voz de mi súplica… Mi alma espera en el Señor»
Y no olvidemos que tenemos una Intercesora eficaz: Santa María. Acudamos a Ella. Todo en María tiene color de Dios, sabor de Dios. Ella es modelo de esperanza en el más allá. Santa María te lleva a la esperanza.
Fuentes:
- S. S. Juan Pablo II. Audiencia general de S.S. Juan Pablo II, miércoles 25 de noviembre de 1987
- S.S. Benedicto XVI. Audiencia general, miércoles 14 de diciembre de 2011