Corpus Christi. Fiesta entrañable donde contemplamos el misterio nunca suficientemente gustado y asimilado de Jesús Eucaristía. Ese “Jesús escondido” que quiere llenar nuestros corazones. Ese Dios que se muestra ante nosotros tan pequeño, tan frágil, tan indefenso… y al tiempo tan repleto de omnipotencia, de sabiduría y de amor.
Ese Dios cercano, asequible, que no soportó quedar lejos de nosotros. Quería AMAR A PESAR DE TODO, aunque le costara tanto olvido, tanta indiferencia, tantos maltratos, tanto desamor.
Eso es Jesús en la Eucaristía, ese Dios que ama a pesar de todo, a pesar de mis fracasos, de mis errores, de mis infidelidades, de tantas cosas que me reprocho en mi corazón.
Ese Dios que no se cansa de esperarnos, ese Dios, que siempre está deseando sanar los corazones afligidos, ese Dios que quiere liberarnos de la esclavitud del pecado que atenaza nuestra vida y siembra en nosotros la tristeza, la desesperación, la angustia. Ese Dios que quiere colmar ese anhelo profundo de nuestro corazón.
Pobre para enriquecernos
Misterio del amor de un Corazón vivo que palpita por mí. Misterio del Corazón de Dios que me amó y se entregó por mí. Ese Verbo de Vida que “siendo de condición divina…se despojó de Sí mismo, tomando condición de esclavo” (Cf. Fil 2, 6-11). Ese Dios que, como dice el apóstol, siendo rico, por nosotros se hizo pobre a fin de enriquecernos con su pobreza (Cf. II Cor. 8,9).
¡Cuántas pobrezas, cuántas limitaciones, cuántas impotencias, cuántos sufrimientos que arrastramos en nuestra vida, por más que lo queramos disimular! Y para eso Cristo se hizo pobre, para eso se hizo Pan, para enriquecernos con su pobreza, para alimentarnos con su Cuerpo, para saciar nuestra sed, para sanar nuestro no poder.
En la Eucaristía está real, verdadera y ciertamente presente el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, bajo las apariencias del pan y del vino. Y desde esa aparente pobreza nos dice: «Venid a Mí todos los que estáis cansados y agobiados, y Yo os aliviaré». Dios se ha quedado en forma de pan para que nadie tema acercarse a Él. Se ha hecho Pan porque el pan es lo más asequible a mí, siempre abierto, siempre disponible.
Enséñanos a adorar
La Eucaristía es el Corazón vivo de Dios, un Corazón lleno de Amor que acompaña, que escucha, que comprende, que perdona, que se da sin rechistar.
En la Eucaristía comprendemos la desmesura del deseo de hacernos bien del Amor de Dios que nos persigue.
Madre de la Eucaristía, Madre del Divino Pan, Tú que te dejaste invadir por el amor de Dios, enséñanos a descubrir en la Eucaristía ese amor infinito de Dios, enséñanos a agradecer ese Don y esa compañía fiel de tu Hijo entre nosotros. En una palabra, enséñanos a adorar.