«Yo soy el pan vivo, bajado del cielo» (Jn 6, 51). Jesús se presenta como el «pan vivo», esto es, el alimento que contiene la vida misma de Dios y es capaz de comunicarla a quien come de él, el verdadero alimento que da la vida, que nutre realmente en profundidad.
¡Qué largo, trabajoso y doloroso el caminar de Jesús con nosotros en veinte siglos de Eucaristía! ¡Cuál no será la importancia del hombre cuando Dios quiere estar presente a él con la presencia máxima que es la EUCARISTÍA!
La afirmación de Cristo es categórica: “Esto es mi Cuerpo” y “esta es mi Sangre”. No admite duda porque Cristo no miente. Por eso cuando comulgas aunque sientas pan y aunque sientas vino; eso que sientes como pan y vino no es pan no es vino, sino que es el Cuerpo y la Sangre de Cristo.
El Verbo hecho carne y la carne hecha pan es Dios hecho misericordia para ser alimento de vida. Jesús dice: «El que coma de este pan vivirá para siempre y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo» (Jn 6, 51). Pues bien, ¿de quién tomó el Hijo de Dios esta «carne» suya, su humanidad concreta y terrena? La tomó de la Virgen María. Dios asumió de ella el cuerpo humano para entrar en nuestra condición mortal.
Pan hecho de María
La Eucaristía es el Pan de Nuestra Señora divina. Es el Pan hecho de María con la harina de su Carne inmaculada, amasada con su leche virginal. San Agustín escribía: «Jesús ha tomado la Carne de la Carne de María». San Gregorio de Tours decía que el seno inmaculado de María Santísima es la artesa celestial rellena de Pan de Vida hecho para alentar a los hijos.
Y Sor Lucía de Fátima comentaba: «Y este vivir por Cristo es también vivir por María porque su cuerpo y su sangre los había tomado Jesús de María. Fue en este corazón en el que el Padre encerró a su hijo como si fuese el primer sagrario. María fue la primera custodia que lo guardó y fue la sangre de su Corazón Inmaculado la que administró al Hijo de Dios, a su vida y ser humanizado, siendo de Él de quien todos nosotros recibimos «gracia sobre gracia» (Jn. 1, 16).»
Si pensamos, además, que Jesús, fruto del seno inmaculado de María, es todo el amor, toda la dulzura, toda la intimidad, toda la riqueza, toda la vida de María, al recibirle no podemos dejar de recibir también a quien por los vínculos del sumo amor, además de los de la carne y de la sangre, forma una cosa única, un solo todo con Jesús.
Comed mi Pan
En la base de una custodia antigua con la figura de Nuestra Señora llevando la Eucaristía sobre le pecho, se encuentran grabadas estas palabras: «Oh cristiano que lleno de fe vienes a recibir el Pan de Vida, cómelo dignamente y recuerda que ha sido amasado con la sangre purísima de María.»
Detengámonos a reflexionar: ¿Anhelo la Sagrada Comunión? ¿recibo a Jesús con devoción, con modestia y respeto? ¿después de mis comuniones, dedico un tiempo para agradecer a Jesús su presencia y hacerle compañía?
Custodia eucarística eterna
La unión entre Nuestra señora y la Eucaristía permanecerá indisoluble por su naturaleza «hasta el fin del mundo» (Mt. 28,20). Sí, María Santísima, con su Cuerpo y su Alma es la celeste «Morada de Dios» (Ap. 21, 3); es la hostia incorruptible «Santa e inmaculada» (Ef. 5, 27) que reviste de ella al Verbo de Dios hecho hombre. San Germán llega a llamarla «Paraíso dulcísimo de Dios».
Es siempre María Santísima quien nos da a Jesús, Fruto Bendito de su vientre virginal y Corazón de su Corazón Inmaculado. Y Ella continuará llevando eternamente a Jesús Eucarístico en su pecho para ofrecerlo a la contemplación gozosa de los bienaventurados a quienes ahora les es dado ver la Divina Persona de Jesús en las especies eucarísticas, según la enseñanza del Doctor Angélico Santo Tomás de Aquino.
Adoro te devote
«Adoro te devote, latens Deitas, quae sub his figuris vere latitas…»; Te adoro con devoción, Dios escondido, oculto verdaderamente bajo estas apariencias.
En la Eucaristía palpita el corazón de Dios. La Eucaristía es la Presencia de Cristo entre nosotros. La presencia de Cristo entre nosotros no es un mero estar, sino un estar atendiéndonos y cuidándonos. Por eso, sabemos que las visitas al Santísimo y la bendición eucarística eran el anhelo secreto y manifiesto de los santos. No se equivocaba Santa Catalina de Génova al decir: «El tiempo pasado delante del sagrario es el tiempo mejor empleado de mi vida». San Alfonso María de Ligorio, Doctor de la Iglesia, a cada visita a Jesús Sacramentado unía la visita a María Santísima.
En la escuela de María, Mujer «eucarística»
San Juan Pablo II, en su Encíclica «Ecclesia de Eucharistia» escribe: «Si queremos descubrir en toda su riqueza la relación íntima que une Iglesia y Eucaristía, no podemos olvidar a María, Madre y modelo de la Iglesia. Efectivamente, María puede guiarnos hacia este Santísimo Sacramento porque tiene una relación profunda con él.
María es mujer «eucarística» con toda su vida. La Iglesia, tomando a María como modelo, ha de imitarla también en su relación con este santísimo Misterio.
En cierto sentido, María ha practicado su fe eucarística antes incluso de que ésta fuera instituida, por el hecho mismo de haber ofrecido su seno virginal para la encarnación del Verbo de Dios… Hay, pues, una analogía profunda entre el fiat pronunciado por María a las palabras del Ángel y el amén que cada fiel pronuncia cuando recibe el cuerpo del Señor. A María se le pidió creer que quien concibió «por obra del Espíritu Santo» era el «Hijo de Dios» (cf. Lc 1, 30.35). En continuidad con la fe de la Virgen, en el Misterio eucarístico se nos pide creer que el mismo Jesús, Hijo de Dios e Hijo de María, se hace presente con todo su ser humano-divino en las especies del pan y del vino.»
Que Nuestra Señora del Santísimo Sacramento nos conceda un profundo amor por la Eucaristía y aumente nuestra fe para que en nuestras comuniones nos dejemos transformar por el Espíritu de Jesús, que quiere hacer de nosotros -como un día lo hizo con Santa María- una «maravilla de Dios».
Jaculatoria de hoy: «Alabado sea el Santísimo Sacramento del altar y la Virgen concebida sin pecado original».
Fuentes Ad Sensum:
- S.S. Benedicto XVI. Ángelus 16 agosto 2006.
- Jesús, Amor Eucarístico. P. Stefano María Manelli.
- Carta Encíclica Ecclesia de Eucharistia del Sumo Pontífice Juan Pablo II sobre la Eucaristía en su relación con la Iglesia.