Un caso contundente e irrefutable, es el testimonio histórico de la caridad ejercitada por los padres de Lucía durante la epidemia de neumonía en 1918.
Surgió como un incendio incontrolable la epidemia de neumonía que diezmó familias enteras… Una vez más se evidenció la caridad de María Rosa (la madre de Lucía) que sin preocuparse del peligro de contagio, iba de casa en casa con su hija Gloria, cuidaba de los enfermos y llevaba para su casa a los niños cuyos padres estaban enfermos.
No tardó la voz de la prudencia de su pariente, el Tío Marto, en advertir al señor Antonio dos Santos sobre el peligro que ellas corrían. Y él apareció en su casa con un «sermoncito» preparado para prohibir que su esposa continuase ayudando a las familias enfermas.
La señora María Rosa oyó todo lo que el marido tenía que decir y enseguida replicó: Mira, tú tienes razón. Es así como tú dices. Pero mira allá, ¿cómo podemos nosotros dejar morir a aquella gente, sin tener quien les acerque un vaso de agua? Lo mejor sería que vinieses tú conmigo y vieses cómo están las personas y si nosotros podemos dejarlas así abandonadas.
A partir de ese día, fue el primero en ayudar
El señor Antonio la acompañó ayudando a llevar caldos que ya había hecho en su casa, para distribuirlos a los enfermos. Pasado poco tiempo vino a traer un bebé que entregó a sus dos hijas, Gloria y Lucía, que estaban en casa y poco después trajo dos criaturas más.
El recelo del contagio que le había trasmitido el Tío Marto, pasó de prisa al ver la necesidad de aquellas familias. A partir de este día, pasó a ser el primero en ir y mandar que fuesen a ayudar.
Servir a los pequeños aunque quebrante mi salud
En esta época, Lucía fue la niñera de los pequeños… Tal vez por tener más trabajo con esta ocupación… y por no disminuir la procesión de las personas –que ahora bajo la tempestad violenta de la epidemia, acudían al lugar sagrado de las Apariciones a implorar a la Madre del cielo la protección para las familias en peligro- el físico de la pequeña Vidente empezó a llamar la atención de los visitantes que temieron por su salud. Fue entonces cuando Lucía pasó un tiempo con la familia del Dr. Carlos Mendes con el fin de recuperase. Y tanto se recuperó que vivió 87 años más.
Su padre, Antonio dos Santos, falleció en julio 1919, su madre, María Rosa, muchos años después, en 1942 y su hermana Gloria los sobrevivió.
Este es el mandamiento que nos dio el Señor
En el corazón de María Rosa Dos Santos -porque Dios era el primer valor- el hermano que sufre tomaba un puesto primordial en su día a día, y todo lo suyo estaba al servicio del que más lo necesitara. Tal vez no tenía cosas materiales, pero sí una familia para un servicio. Con la confianza en Dios que siempre asiste, que da los medios y la gracia para superar obstáculos, que bendice nuestros esfuerzos y sacrificios. Este es el mandamiento que nos dio el Señor: «Amaos los unos a los otros como Yo os he amado».
Muchos mantienen su esperanza en alto por la fe y las obras de amor servicio que ven en sus hermanos. Pidamos a la Virgen Santísima, Madre del Divino Amor, esa caridad ardiente con tantos que sufren a nuestro alrededor. Caridad que tiene diferentes matices y que desde donde estemos y como estemos, podemos vivir con intensidad.
San Pablo, en su Primera carta a los Corintios, después de describir la caridad, termina diciendo: Poneos, pues, como objetivo lograr la caridad... (Conf. 1Co 13,4; 14,1).
Sería el mejor propósito para esta Semana Santa que ha comenzado.
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Fuente: Un camino bajo la mirada de María. Biografía de la Hna. María Lucía de Jesús y del Corazón Inmaculado O.C.D. Editorial Monte Carmelo.