«Y entrando en la casa encontraron a Jesús con María su Madre y postrándose le adoraron y abriendo sus tesoros le ofrecieron oro, incienso y mirra» (Mt 2, 11). A Jesús se le encuentra en María; a Dios se le encuentra en su Madre. Ley universal: Todo hombre viene por una mujer; todo nacimiento tiene una madre. Dios se injerta en el mundo en una mujer y el hombre se injerta en Dios también en una mujer. Y esta mujer es María. Entre sus brazos, encontraron los Magos al Niño-Dios. Así nosotros, si queremos encontrar a Jesús, no dudemos en recurrir a María.
«Y los Magos, postrándose, adoraron».
El centro de todo el Evangelio de la Infancia en San Mateo es la Adoración de los Magos. El pecado trajo el ocaso de Dios -la noche-. Pero Dios vuelve a brillar, a aparecer. Y el hombre reencuentra a Dios. Esto es la Adoración de los Magos: el reencuentro del hombre con Dios.
El postrarse, el caer de rodillas, expresa la rendición total, el ablandarse que precede a toda entrega: el amor es ablandarse para acoger. La adoración es la expresión de la reacción del hombre impresionado por la proximidad de Dios. El hombre reconoce su indignidad, su deformación y pura fealdad por el pecado en contraste con el brillo esplendoroso, la inmensidad de la energía ardiente y amabilidad infinita de Dios. Y entonces, el hombre se derrumba, se allana, cae ante su Dios. Esto hicieron los Magos al reconocer en ese niño indefenso al Dios omnipotente.
¿Caes tú también de rodillas ante la presencia real de Jesús en la Eucaristía? ¿Cómo es tu conducta cuando entras en un templo, en una capilla donde está Jesús en el sagrario?
¿Has examinado tu manera de vestir, de comportarte, de rezar ante la grandeza infinita de Dios que, aunque se hizo Niño y luego Pan, no ha perdido su dignidad e inmensidad? ¿Comulgas con devoción y reverencia?
La iglesia, el templo, es un lugar consagrado para la oración y el culto Divino. Forma parte de la adoración -de reconocer el poder y excelencia de Dios, como hicieron los Magos- el tener una conducta adecuada: guardar silencio, no mascar chicle, no comer ni beber, vestir con modestia, no usar el teléfono. Para ello hay otros lugares y otros momentos. La presencia de Dios exige respeto. Es necesario recuperar el sentido de lo sagrado y de la adoración.
«Y abriendo sus tesoros le ofrecieron dones: oro, incienso y mirra”
Ante el impacto de la visión de Dios, los Magos entregan lo que tienen. Eso es el amor, el ofrendar todo mi ser, el vaciarlo todo en Dios con disponibilidad y apertura total.
Este relato nos describe el reencuentro del hombre con Dios:
1º : VER. Encontraron a Jesús con María, su Madre.
2º: CAER de rodillas: ablandarse, rendirse.
3º: ADORAR: es la postura del que acepta a Dios, de la criatura que es nada de sí mismo ante ese Dios visto que es el todo en sí mismo. Lo que el Ángel enseñó a los pastorcitos de Fátima en su aparición: caer postrados ante la Eucaristía.
4º DAR: darse a sí y tras sí a todas sus cosas. Es el llegar, el descansar, el coronar todo ese movimiento que lleva consigo el salir de mí para reencontrar a Dios.
Medita en el pasaje de los Reyes Magos y piensa, con la ayuda de la Virgen-Madre, qué puedes ofrendar al Niño Dios para manifestarle también tu homenaje de amor y adoración.