Síntesis de la RECTITUD o relación debida con Dios en la que Dios quiere que nos situemos y en la que quiere que vivamos para ser FELICES como Él es FELIZ.
San Mateo redactó las bienaventuranzas teniendo a la vista la persona de Jesús: su actuación y su enseñanza. Son el modo de ser y proceder de Jesús, a quien estamos llamados a imitar. Para nosotros quimera irrealizable sin la ayuda de Dios, pero como para Dios no hay nada imposible no debemos perder el ánimo: todos podemos ser santos. Porque santo es el que vive el estilo de la vida de Cristo, es el que ha aceptado la invitación de Dios a ser totalmente suyo y se ha puesto en camino para seguir dócil las huellas de Jesús.
El camino que conduce a la santidad
Punto de partida son las condiciones concretas de la vida humana, donde el sufrimiento no es un incidente fortuito. Jesús no vino a anularlo sino a redimirlo, haciendo de él un medio de salvación y de bienaventuranza eterna. El itinerario de las bienaventuranzas es el recorrido por los santos que imitaron a Jesús pobre, doliente, manso, misericordioso, pacífico, perseguido para llegar a la gloria de los bienaventurados.
La enseñanza de Jesús…
apunta al amor
El Evangelio de Jesús no es un código de leyes. Jesús da a su enseñanza la formulación de algo que es espíritu y vida, de algo que no puede encerrar una estructura, una ley. Un código de leyes deja la sensación de haber hecho lo suficiente, de haber cumplido, al que lo practica. La enseñanza de Jesús nunca deja esa sensación. Es como el que se acerca a un horizonte. Acercarse es abrirse a nuevos horizontes. La enseñanza de Jesús apunta a un techo, a ese techo que es un tejado abierto: el amor.
es dar prioridad a Dios
La enseñanza de Jesús es válida para todos los cristianos y para todos los tiempos. La enseñanza de Jesús no es aumento de normas. La enseñanza de Jesús es un amor más abundante, una perfección más y más plena. La enseñanza de Jesús es dar prioridad a Dios.
es compromiso con el hombre
La enseñanza de Jesús por no ser ley, sino espíritu, no permite a nadie cerrarse en su confort, en su interés, cerrarse a los demás escudándose en la ley. La enseñanza de Jesús es entrega personal a Dios y en ella compromiso con la causa del hombre, riesgo por el hombre.
Bienaventurados los pobres
Tema central de la enseñanza de Jesús es el establecimiento del Reino de Dios. Establecer el Reino de Dios es implantar en nosotros el dominio soberano y exclusivo de la Voluntad de Dios, que exige el sacrificio de nuestra propia voluntad, el vencimiento de las propias pasiones y la aceptación serena de situaciones difíciles o dolorosas.
Y en el Reino de Dios hay preferencia por los pequeños. Por eso Jesús encabeza el Sermón de la Montaña o Carta Magna de la constitución del Reino de Dios con: “Bienaventurados los pobres porque de ellos es el Reino de Dios.”
En el reino de Dios se prefiere al pobre. Es una inclinación propia del amor y cuya función es proteger, defender y levantar al pobre. Después el pobre deberá responder y si responde, y sólo si responde y en cuanto responde, tendrán lugar en él las bienaventuranzas.
Los que viven en situación miserable, los pequeños son los grandes del Reino de Dios. Dios es ya para nosotros Rey de nuestra minoridad, de nuestra aflicción, de nuestras lágrimas y convierte esa misma minoridad, aflicción, lágrimas y persecución en grandeza, gloria, gozo, triunfo, resurrección.
La 2º, 3ª y 4ª bienaventuranzas
«Bienaventurados los mansos…»: Felices los agradables-afables-acogedores-comunicadores…
«Bienaventurados los que lloran…»: Felices aquellos cuya respuesta al mal es, en el aguante paciente, hacer el bien, aún a costa de su dolor y de su vida…
«Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia…»: Felices aquellos cuya vida es anhelar a Dios y su proyecto salvador…
Enseñanza de Jesús en estas cuatro primeras bienaventuranzas: el camino para poseer es perder. El modo de perder es poseer. El camino para vivir es morir.
Pero hay algo importante: la minoridad (= la pobreza, el hambre, la persecución, la quiebra) es bienaventurada no por ser minoridad, sino por su aptitud y capacidad para ser enriquecidos por Dios con la auténtica riqueza.
Las 5º y 6º bienaventuranzas
“Bienaventurados los misericordiosos porque ellos alcanzarán misericordia”. Es ese amor comprometido, esa capacidad de meterse dentro de otra persona para poder ver, sentir las cosas como el otro como si fuera otro yo.
El Reino de Dios es el Reino de los de intención recta sin mezcla: “Bienaventurados, los limpios de corazón porque ellos verán a Dios». Los limpios de corazón son los de intención recta hacia Dios, los abiertos total, íntegra y exclusivamente a la Voluntad de Dios. Porque “ellos verán a Dios” significa que tendrán una experiencia interna, íntima de la presencia de Dios ahora también, en este mundo.
7º bienaventuranza
El Reino de Dios está hecho para hacer el bien, para hacer todo el bien: «Bienaventurados los obradores de paz porque ellos serán llamados hijos de Dios.»
La PAZ es vivir el orden, la armonía, la salud. Es vivir la relación correcta consigo mismo, con los demás y con Dios. Pero el querer ser eficiente en lograr la paz va a traer división porque muchos no van a querer aceptar la paz de Jesús. “No he venido a traer paz sin guerra…” El obrador de la paz sobre el que cae la felicidad de esta bienaventuranza no es un hombre bonachón, no es un hombre que para vivir tranquilo evade los problemas. El obrador de la paz es un hombre que se encara con los problemas; con las armas del amor y por los rieles de la intención recta, la obediencia al Padre.
Obrar la paz no es vivir la paz privada, conseguir para la propia familia un hogar confortable. Sería esto una concepción de la paz muy restringida, muy poco evangélica. El obrador de la paz es el que emprende con riesgo y valentía el ayudar a Cristo en la extensión de su Reino y se obliga a ello con atadura moral incondicional. Obrar la paz es lo propio y especifico de Dios. Por eso al obrador de la paz se le llama hijo de Dios, es decir, en todo semejante a Dios con la semejanza máxima con la que un hijo se asemeja a su padre.
8º bienaventuranza
“Bienaventurados los que padecen persecución por la justicia porque de ellos es el reino de los cielos”. Por la justicia es decir por causa mía: «Bienaventurados seréis cuando os injurien, persigan y mintiendo digan todo mal contra vosotros por causa mía”
Esta bienaventuranza cierra el ciclo de las bienaventuranzas y les pone su médula y su corona, les da su perfección: son bienaventurados, resumiendo, los que me aman a Mí sobre todas las cosas y están dispuestos a perderlas todas para permanecer en mi amor.
Jesús con las bienaventuranzas nos dio la esencia de la santidad, sus líneas maestras, en qué está la santidad y en qué consiste. Solo después de haber asimilado la enseñanza de las bienaventuranzas queda uno hecho discípulo perfecto y apto para ser enviado como apóstol, cuyo destino es conservar la fe y difundir la fe: ser sal que conserve y luz que difunda, como lo fueron los santos, comenzando por su propia Madre, la Bienaventurada Virgen María, imagen perfecta de Jesús.