El 20 de junio de 2020 S.E. el cardenal Robert Sarah, Prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, comunicó el deseo del Sumo Pontífice Francisco, de incluir tres nuevas invocaciones “Mater misericordiae” (Madre de la Misericordia), “Mater spei” (Madre de la Esperanza), y “Solacium migrantium” (Consuelo de los migrantes) en las Letanías Lauretanas.
Qué es una letanía
Letanía es una oración compuesta por una serie de súplicas o invocaciones breves a Dios, a la Virgen o a los santos, que los fieles recitan o cantan. Al sucederse una a otra de manera uniforme, crean un flujo de oración caracterizado por una insistente alabanza-súplica.
Desde los primeros siglos de la Iglesia se han venido recitando letanías. Las rezaban los fieles en particular o comunitariamente durante las procesiones. La más antigua que se conoce es la Letanía de los Santos, que surgió en Roma, en los inicios del siglo VII.
Origen de las Letanías Lauretanas
Las Letanías Lauretanas, que se rezan en honor de la Virgen Santísima, son las más populares. Se llaman lauretanas porque se recitaron por primera vez en el Santuario de Loreto en Italia hacia el siglo XVI. Con el tiempo se fueron añadiendo invocaciones, con nuevos títulos que por decreto los Papas se incorporaban al texto original que tenía como base cincuenta invocaciones.
Cuando la casa de Nuestra Señora fue transportada milagrosamente desde Tierra Santa a la ciudad de Loreto, en Italia, en 1291, el milagro se difundió rápidamente y dio inicio a numerosas peregrinaciones. Con el tiempo, los mismos peregrinos compusieron una serie de súplicas a la Virgen, con diferentes títulos para honrar a María e invocar su poderosa intercesión. Esas Letanías, que empezaron a ser cantadas en el santuario, se popularizaron muy pronto por todo el orbe católico.
Las Letanías Lauretanas no son parte del Rosario, aunque suelen añadirse al final de su rezo. En realidad, las Letanías son un acto de culto por sí mismas: pueden ser el elemento fundamental de un homenaje a la Virgen, pueden ser un canto procesional, formar parte de una celebración de la Palabra de Dios o de otros actos de culto.
¿Para qué rezamos las Letanías Lauretanas?
Recitar las letanías es ante todo dar gloria a Dios, que tanto ensalzó a su Santísima Madre, es darle gracias a Ella y por Ella. Es alabarla, admirarla, reconocer y meditar sus virtudes, es movernos a imitarla y pedirle su protección e intercesión. Por ello después de cada invocación se añade el “Ruega por nosotros”.
Nuevas invocaciones
Las invocaciones que se añadieron este año son:
Madre de la Misericordia, después de Madre de la iglesia.
Dios ha confiado a Santa María todo el orden de la Misericordia. Con ello Dios decide lo más justo, lo más recto, es lo más compasivo que cabe porque el corazón de la mujer es el más compasivo. Ya en el siglo pasado, el Sumo Pontífice Pio XI en su Bulla «Ineffabilis» decía: “Que los católicos continúen honrando, invocando, rezando a la Bienaventurada Madre de Dios, la Virgen María, concebida sin pecado original; que en todos sus peligros, angustias, necesidades, dudas y espantos se refugien con entera confianza en esta dulcísima Madre de Misericordia y Gracia. Porque jamás hay que temer, jamás desesperar, conducidos, protegidos, amparados bajo Aquella que tiene para con nosotros un corazón de Madre. Constituida por el Señor Reina de Cielo y tierra, elevada sobre todos los coros de los ángeles y sobre todos los órdenes de los santos está a la derecha de su Hijo, Nuestro Señor Jesucristo. Allí intercede por nosotros ante Él con toda la fuerza de su ruego maternal y obtiene lo que pide”.
Madre de la Esperanza, después de Madre de la Divina Gracia.
Madre de la esperanza porque Santa María en la Anunciación creyó a Dios, es decir, puso su futuro, su destino en el Reino preparado por Dios para Ella en el después de la muerte mediante el seguir al Dios presente ya como guía, en la Encarnación. Santa María quedó así constituida en Santa María de la Esperanza. Desde entonces Santa María es Nuestra Señora de la Esperanza: “Feliz tú la que creíste porque tendrán acabamiento cabal en ti todas cuantas promesas existen de Dios al hombre” (Lc 1, 45).
Y por último, Consuelo de los migrantes, después de Refugio de los pecadores.
La Virgen-Madre tuvo que huir a Egipto y vivir allí unos años con San José y su Divino Hijo. En tierra extranjera, con todas las dificultades que supone no conocer un idioma, no tener casa ni trabajo estable: pobreza, noches de incertidumbre, rechazo, incomprensiones, fatigas… quien mejor que Ella para dar consuelo a los que pasan por situaciones similares.
Recitemos con amor y devoción las Letanías Lauretanas y honremos y alabemos a Dios a través de su dignísima y santísima Hija, Esposa y Madre.
Letanías Lauretanas
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