El Evangelio de este domingo (Mc 7, 1-8. 14-15. 21-23) tiene como tema algunas de las tradiciones de la piedad judía. Jesús no desprecia esas tradiciones, sino más bien, anunciando a un Dios de libertad se opone a un concepto de pureza que termina excluyendo o discriminando a los grupos que son rechazados por la sociedad: pobres, enfermos, pecadores, mujeres y extranjeros. Frente al legalismo externo, lo que importa es la interioridad del hombre.
Lo más importante
Más allá de la mera observancia casuística, es en el corazón del hombre –de donde brota lo bueno y lo malo– donde se da la verdadera batalla; es en el corazón donde se realiza la auténtica adhesión a la voluntad santa y sabia de Dios.
Pero el corazón puro es aquel que, desconfiando de sí mismo, busca agradar a Dios esforzándose por cumplir su querer y por apartarse del pecado. Los judíos, aferrados a sus tradiciones, se olvidaban de lo más importante y creían alcanzar la justificación por unas prácticas rituales y externas, mientras que por dentro, muchos estaban llenos de maldad.
Es necesario estar atentos para no aferrarnos a preceptos y tradiciones humanas contrarias a la Palabra de Dios.
Ser cristiano no consiste en «hacer» cosas distintas o mejores, sino en «ser» de otra calidad: la divina. El amor y el poder de Cristo se manifiestan en que no se conforma con un barniz superficial. Somos una «nueva creación» (2Cor 5,17), hemos sido hechos «hombres nuevos» (Ef 4,24) y por eso estamos llamados a vivir una «vida nueva» (Rom 6,4).
La Virgen de Corazón Puro
La vida de los santos nos enseña cómo alcanzar esa pureza de corazón que agrada a Dios. Ellos, criaturas como nosotros, con sus defectos, caídas, deficiencias, comprendieron que la santidad no radica en “prácticas” vacías de espíritu. Sino que esas obras exteriores son la manifestación de un amor profundo y verdadero a Dios.
Y el modelo acabado lo tenemos en María. La Santísima Virgen fue fidelísima en seguir hasta las más pequeñas inspiraciones de Dios, pero no como meros actos externos, sino movidos por su amor a Dios. María no desperdició ni inutilizó una sola de las gracias que el Señor le dio. Todas las inspiraciones del Señor hallaron siempre eco en el Corazón de María.
Detente ante esta consideración, abísmate ante la santidad incomparable de María como fruto de su fidelidad exactísima a las gracias e inspiraciones de Dios. ¡Qué cosas hizo Dios con María! ¡Qué cosas no querrá hacer en ti