El Evangelio de este domingo (Jn. 14, 1-12) es llamado: de los “consuelos” porque aquí Jesús les ofrece a sus discípulos las perspectivas de la gloria futura, en compañía de Él y del Padre. Les asegura también un poder extraordinario para obrar milagros y les muestra el camino para ir al Padre, que no es otro sino el mismo Jesús.
El Señor empieza primero animando a sus discípulos después de haberles anunciado su próxima muerte. No estarán solos y su partida es para prepararles un lugar. Por eso les alienta diciendo: “no se turbe vuestro corazón”. También a nosotros nos lo dice. Mientras tengamos a Dios con nosotros no debemos temer ningún mal. Como decía Santa Teresa: “Nada te turbe, nada te espante. Todo se pasa. Dios no se muda. La paciencia todo lo alcanza. Quien a Dios tiene nada le falta. Sólo Dios basta”.
Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida
Jesús nos anima con la esperanza del cielo. Un lugar donde hay muchas moradas y donde Él mismo nos va a preparar sitio. Esto debe llenarnos de profunda alegría en medio de los múltiples sufrimientos que pasamos en esta vida. La perspectiva de que un día todo dolor y sufrimiento terminará y será recompensado con una gloria eterna donde no existe llanto ni luto ni dolor, nos debe llenar de mucha paz. Y en ese lugar estaremos siempre con Él.
Sin embargo, los apóstoles no se hacen aún a la idea de la separación. Quieren saber adónde es que va a ir Jesús para poder seguirlo. Por eso Tomás le dice: “No sabemos el camino”. Y el Señor le contesta: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”. No se trata por lo tanto de un camino material sino que es algo más elevado. Jesús es el camino, porque sólo por Él se pasa del estado del pecado al de gracia, de la tierra al cielo; sólo Él nos reconcilia con Dios y nos enseña el camino de lograrlo con su doctrina y su ejemplo.
Es al mismo tiempo la Verdad por esencia; sus palabras tienen, la máxima garantía de verdad: es el autor de la fe y del conocimiento de Dios, y sólo por Él podemos ser iluminados en las cosas de Dios.
Es la Vida, porque al ser Dios es fuente de toda vida. Es de Él de quien todos hemos recibido la vida y hemos sido hechos hijos de Dios. Por todo ello, sólo por Cristo se va al Padre.
El Camino perfecto
Y así como solo podemos ir al Padre por medio de Jesús, también sólo podemos llegar a Jesús por medio de María.
Como decía San Luis María Grignion de Montfort: «La devoción a la Santísima Virgen es camino perfecto para ir a Jesucristo y unirse a Él. Porque María es la más perfecta y santa de las puras creaturas, y Jesucristo… no tomó otro camino… que María» (VD. Nº 157-158).
La Virgen María es el camino que Dios escogió para Encarnarse en sus purísima entrañas y venir al mundo. Así nosotros, por medio de Santa María podemos ascender hasta el Altísimo, dejándonos contener y conducir perfectamente y sin reservas por Ella. Por la Virgen nos acercamos a Dios y nos unimos a Él perfecta e íntimamente, con confianza, sin temor de ser rechazados.