Este domingo vemos que Jesús se compadece de las gentes a las que ve “como ovejas sin pastor”. La situación del pueblo de Dios es de gran miseria. Es hora de intensificar la predicación del reino de Dios, haciendo de sus apóstoles colaboradores suyos en la gran obra.
«Se le conmovieron las entrañas». San Mateo nos pone las cualidades príncipes de Jesús, las manifestaciones de esa sola cualidad de Jesús, que es amar. Y dice esto: «Y recorría Jesús incesantemente sin nunca fatigarse todas las ciudades y los villorrios».
El texto nos presenta la lista de los que Jesús elige. Esa lista abre la inmensa hilera de los seguidores del Cristo y también nosotros estamos incluidos en ella. A todos, grandes y pequeños. Todos estamos necesitados de la gracia de Dios. Todos, ante Jesús somos miserables. Estamos en desgracia de Dios por el pecado.
«Y viéndolos así -sigue San Mateo- se puso a curar toda enfermedad y toda dolencia. Y a todos los que le traían los curó». Es decir, se puso a hacer obras.
Los vio «despellejados»
No podemos decir que somos cristianos si permanecemos indiferentes a la miseria humana y espiritual que reina en el mundo. Si no nos disponemos a hacer obras de servicio.
Lo que más le dolía a Jesús era ver esas almas como a la deriva por culpa de los sacerdotes y doctores de la ley que no apacentaban al rebaño con la buena y sana doctrina, sino más bien lo vejaban material y moralmente de muchas maneras.
También hoy el Señor siente lástima de tantas almas perdidas o confundidas en el error y la ignorancia. En muchas partes su evangelio está siendo desvirtuado y mal interpretado, lo que lleva a las almas al error. En vez de acercarlas a Dios, las alejan de Él, abriendo la puerta al pecado y justificando con sofismas y tergiversaciones el mal que promueven. Al pecado, ya no se le llama pecado ni se le considera como tal.
Hoy Jesús nos estimula a que también nosotros hagamos obras de misericordia y trabajemos sin descanso por llevar las almas a la verdad del Evangelio. Ante un mundo que agoniza porque no conoce a Cristo o le ha rechazado, nosotros tenemos el remedio, porque tenemos las armas de Cristo. Y no podemos seguir lamentándonos como si las cosas no tuvieran solución.
Habría que preguntarse: ¿Se me conmueven a mí por el estado del mundo actual? Porque Jesús vio al mundo «skilmenoi». Skilmenoi es una palabra griega que significa «arrancada la piel». Podemos decir que los vio a todos despellejados y expuestos a toda clase de golpes. Y cuando los vio así abrió todas sus riquezas, que era el poder curar. Y los curó a todos. Así tengo que hacer yo. Una compasión eficiente, poniendo al servicio del que lo necesita todo lo que tengo: mi juventud, mi salud, mi profesión y mi dinero.
El remedio saludable
Esa compasión que Jesús experimenta hoy a la vista de las gentes, fue la que sintió en la cruz al pensar en nosotros. Por eso quiso dejarnos bajo la tutela de su Madre.
María es para toda alma el más saludable remedio y consuelo en las horas difíciles de la vida.
¡Cuántas almas han encontrado en Ella la esperanza que da sentido a sus vidas!
En nuestros apostolados, un medio eficaz y agradable a Dios es poner a las almas en contacto con la Madre, animarlas a confiar en Ella, a conocerla, pedirle, llamarla.
Prender en un alma el amor a María es ponerla en camino seguro de salvación.