Este domingo nos ofrece un doble signo de Jesús, que se nos revela como el Dios de la vida: La curación de la hemorroísa, considerada legalmente impura y debilitada en la raíz de su ser y la resurrección de la hija de Jairo, que testimonia que ni siquiera la frontera de la muerte es inaccesible a su poder. La hemorroísa y Jairo resaltan una vez más la importancia de la fe, capaz de obrar milagros –«tu fe te ha curado»; «basta que tengas fe»–.
Observamos en el actuar de Jesús que ante un milagro Él nunca dice: «mi omnipotencia te ha salvado, te ha curado», sino «tu fe te ha curado», como para darnos a entender que la fe es la condición indispensable por Él requerida para empeñar en provecho nuestro su omnipotencia.
Él, que es todopoderoso y puede hacer cuanto le plazca, no quiere hacer uso de su omnipotencia sino en favor de quien cree firmemente en Él. Justamente por este motivo Jesús hacer en Nazaret los milagros que había obrado en otros lugares, «por su falta de fe».
El poder de la FE
Cuanto más viva sea nuestra fe, más poderosa será con el poder del mismo Dios. «Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a este monte: Trasládate de aquí allá, y se trasladaría, y nada os sería imposible» (Mt. 17, 19). Y si todas las palabras del Evangelio son verdaderas, también éstas son verdaderas; si no se efectúan-cumplen en nosotros es sólo porque nuestra fe es muy débil. Con la duda incapacitamos el poder de Dios, le atamos las manos para obrar maravillas.
¡Con cuántas dificultades nos topamos en la vida que nos resultan verdaderas montañas que transportar! Dificultades en la vida espiritual: defectos que no logramos vencer, virtudes que no conseguimos adquirir; dificultades en la vida diaria: trabajos y obras que exceden nuestra capacidad y nuestras fuerzas, problemas y situaciones que surgen a nivel personal o familiar…
Mujer valiente y audaz en el creer
Y nosotros nos detenemos descorazonados al pie de estas montañas: ¡Es imposible!, ¡no puedo!
Bastaría un poco de fe tan pequeño como un granito de mostaza.
Pero con tal que sea fe viva, capaz de germinar; fe segura, confiada, decidida, sobrenatural, como la de Santa María. Ella fue la Mujer valiente y audaz en el creer.
Por eso Santa Isabel la proclama: «Feliz tú por haber creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá».
Nuestra Fe debe ser consistente: que estudie, que medite, que sepa bien lo que cree, que conozca la palabra de Dios y la admita con firmeza y la practique con decisión.