«Estad atentos, velad: porque … no sabéis a qué hora volverá el señor de la casa, si por la tarde, o a la medianoche, o al canto del gallo, o de madrugada; no sea que, viniendo de repente, os encuentre dormidos. Lo que a vosotros os digo, a todos lo digo: ¡velad!»
Estar preparados
¡Vigilancia, estado continuo de alerta! Dato fundamental y capital en la predicación de Jesús. Jesús vendrá, lo verás con claridad. Y Jesús vendrá inesperadamente. Y nos pedirá cuenta. Consecuencia: vigilancia. Es decir: fidelidad en responder al servicio que Dios pide de cada uno de nosotros.
Nota característica del hombre evangélico: estar en actitud de vigilante expectación, siempre a punto de no ser sorprendido impreparado. Jesús es cierto que llegará; es incierto cuándo llegará; es seguro que juzgará. Jesús es Dueño y Señor de tierra, infierno y cielo. ¡Peligroso olvido el olvidar que Cristo vendrá y te pedirá cuenta! Luego, debemos estar preparados.
La llegada del Dueño
Todos sabemos que un día el Señor Jesús, Rey del Universo –como celebrábamos la semana pasada- vendrá. Pero de momento tarda… Este “tardar” no debe ser excusa para dejarnos estar, para pecar. El prometerse largos años de vida es plano inclinado para demorar la conversión, para prolongar sin término fijo el tiempo de divertirse. Este “tardar” va creando en nosotros independencia, va robusteciendo nuestra autonomía frente a Dios. Por eso Jesús es apremiante y para serlo quiere quitarnos el sentimiento de tardanza, el sentimiento de que la muerte está aún lejana. De que su llegada no tiene importancia.
Siervos diligentes
Debemos ser fieles evitando toda violencia de mala conducta, evitando toda imprevisión. Nuestra obligación principal como cristianos: preparar nuestro nacimiento verdadero, el del cielo. Un generoso servicio en el cumplimiento del propio deber sin rendirse ni al cansancio ni a la pereza.
Como lo hace el siervo diligente que no duerme durante la ausencia del amo, sino que realiza las tareas que le han sido encomendadas, de tal manera que cuando vuelva su amo lo encuentre siempre en su puesto, entregado al trabajo. No asustado, como quien es sorprendido en el mal, sino alegre de volver a ver a su señor. Y como para el cristiano Dios no es sólo amo, sino Padre, su llegada colmará su alegría.
Gratuitamente lo hemos recibido todo de Dios y Dios nos exige con ello actividad misericordiosa. De lo que tenemos dimana una gravísima responsabilidad: la del servir y ayudar con ello. Debemos fructificar con los bienes que te han sido donados por Dios: los naturales: salud, capacitación, familia, dinero, posesiones… y con los sobrenaturales.
María, la Virgen Fiel
Es fácil ser coherente por un día o algunos días. Difícil e importante es ser coherente toda la vida. Es fácil ser coherente en la hora de la exaltación, difícil serlo en la hora de la tribulación. Y sólo puede llamarse fidelidad una coherencia que dura a lo largo de toda la vida.
Por eso necesitamos de María, la siempre fiel, la que mantuvo el “fiat” de la Anunciación cada día, hasta la plenitud de su “fiat” silencioso al pie de la cruz.
Por eso necesitamos de María, la Mediadora de toda gracia. “Si hemos encontrado a María todo saldrá bien” dice San Maximiliano María Kolbe.
Ella es “Nuestra Señora de la Conversión”. Ella sale garante de nuestra fidelidad. Su “Hágase según tu Voluntad” es el modelo de toda conversión auténtica. De todas las enseñanzas que la Virgen da a sus hijos, quizás la más bella e importante es esta lección de fidelidad.
Durante el Adviento el recuerdo de la Santísima Virgen nos acompaña constantemente y nos sostiene en estos días. No podemos olvidar que el Mesías, por quien suspiramos, fue introducido por Ella en el mundo. Es María-Madre quien nos ayudará a prepararnos para la venida del Señor con la limpieza del alma, por medio de la penitencia y la práctica de la virtud: hacer de ella un portal de Belén digno de recibir a Jesús.
Trabajemos estas semanas, a la sombra de la Virgen Fiel, en preparar en nuestro corazón un cálido pesebre para el Niño Dios: puntualidad y fidelidad en cumplir nuestros deberes diarios, mortificación en la comida, en las distracciones y entretenimientos, en el uso de las Redes Sociales…; oración y rezo diario del Rosario. ¡Que el Señor siempre nos encuentre atentos en cumplir su voluntad!