“En aquellos días se levantó María y marchó con presteza a la montaña a una ciudad de Judá” (Lc. 1, 39). Con presteza: Es decir, con prisa, prontitud, celo, esfuerzo, solicitud, diligencia, ahínco…
El amor sirve. El amor es diligente. María se levantó, dejó su vida arreglada donde vivía, se molestó para ir a servir. Es la primera palabra en el Evangelio, el primer hecho de apostolado de María. Entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. “Apenas escuchó Isabel el saludo de María saltó el niño en su seno”. Porque María les comunicó al Mesías que, por donde va pasando, va dejando asentada una estela de gozo profundo.
María es imprescindible para Dios. Así lo ha querido Él. Todo el movimiento de la salvación, todo, empieza con María.
Ser María en el mundo
Los que formamos parte del Reinado de María queremos imitar la misión de la Virgen: acoger a Jesús y comunicarlo a los demás, sobre todo estar al servicio de los más necesitados. Portar esa luz de Dios, que es Jesús, para llevarlo lejos, muy lejos, más lejos. Ser «María» en el mundo.
Con tesón y dulzura mariana queremos llegar a los enfermos, a los ancianos, a los más pobres, a los presos, a los niños, a los más indefensos para que ellos también perciban el amor y la ternura de María en sus vidas y experimenten el gozo del encuentro existencial con Jesús.
Para ello, ser activos apóstoles en acción, con la palabra o, mejor, con las obras. Que todo el que sufre, el que se siente solo, el que padece limitaciones físicas o psíquicas, el que ha perdido la esperanza, el que no encuentra camino no sólo descubra que hay un Dios que le ama, sino que se sienta amado por Él a través de las obras que hagamos con la ayuda y por medio de María Inmaculada.
Como, gracias a Dios, ya lo estamos haciendo en diferentes países, desde Argentina hasta Estados Unidos y también en Europa.
Todos tenemos algo para dar
Es muy fácil servir. Hay gente que necesita comida, otros un techo, otros que lo saquen de la ignorancia, pero hay muchos más que necesitan una sonrisa, alguien que les escuche, que les acompañe en silencio o que les enseñe a rezar. Y todos tenemos algo para dar.
Hospitales, asilos de ancianos, comedores comunitarios, son algunos de los lugares donde podemos imitar la caridad de nuestra Madre María. Y podemos comenzar por algo más sencillo, por los que tengo cerca, en casa, en la familia, en el trabajo, en la escuela o universidad.
Servir con presteza, salir de las propias comodidades, ser María en el mundo, llevar a Jesús, comunicar el gozo de la salvación y abrir a la esperanza, son también ideales del Reinado de María, que queremos contagiar.