En este domingo meditamos la parte final del discurso de Jesús sobre la misión. En él se contienen frases y consejos del Maestro que enseñan cómo debe ser el anuncio de la Buena Nueva. El Señor no engaña y señala con claridad la dificultad y las exigencias que comporta la misión.
Ante evangelios como este, tenemos el peligro de no darnos por aludidos, como si fueran dirigidos sólo a las almas consagradas. Y, sin embargo, estas palabras de Jesús van dirigidas a todos. En ellas se nos indica que ningún lazo familiar, incluso bueno y legítimo, debe ser estorbo para seguirle a Él; y en el caso de que se plantease conflicto entre un lazo familiar y el seguir a Jesús, habría que elegir seguir a Jesús. Lo contrario significa no ser dignos de Él.
Preferir a Jesús
Se necesita la lógica de la fe y la luz del Espíritu para entender que lo que parece perder la vida es ganarla y lo que parece muerte es en realidad vida. Porque se trata de preferir a Cristo no solo por encima de los cariños familiares, sino incluso antes que la propia vida, la propia comodidad, la propia fama… estando dispuestos a ser despreciados y perseguidos por Cristo, a perderlo todo por Él, a sacrificarlo todo por Él.
En realidad este Evangelio nos está proponiendo un gran negocio, pues se trata de ganar a Cristo, cuyo amor vale infinitamente más que todo lo demás. Deberíamos mirar más a Cristo para dejarnos embelesar por Él. Es infinitamente más lo que recibimos que lo que damos.
Otro aspecto que nos presenta este Evangelio es que el discípulo misionero debe saber que nunca está solo. Si es fiel a su misión tendrá la certeza de que Jesús se identifica con Él y a través de Jesús el Padre se revela a quienes el discípulo anuncia la Buena Nueva. Y de la misma manera que Jesús reflejaba en Él el rostro del Padre, así el discípulo debe ser espejo donde la gente pueda descubrir el amor de Jesús.
Nuestro Modelo
Como siempre, en la Santísima Virgen encontramos el modelo acabado para el seguimiento de Jesús. María no temió perderlo todo, con tal de cumplir perfectamente la Voluntad del Padre por más dolorosa y crucificante que se le presentara.
La Virgen-Madre avanzó en la peregrinación de la fe y mantuvo fielmente su unión e identificación con el Hijo hasta la cruz.
Ahora continúa velando, especialmente en las horas difíciles de la prueba, sobre nosotros, sus hijos, que el mismo Jesús le ha confiado en el Calvario.
Acudamos, pues, a nuestra Madre y Reina de los Apóstoles y pidámosle que nos ayude a seguir a Jesús con desprendimiento y generosidad.