En el Evangelio de este domingo (Mt 20, 1-16) el reino de Dios se compara a un reino o conducta de generosidad espléndida y gratuita
Esta parábola coloca su acento no en la llamada al reino de Dios, sino en el pago del jornal al caer de la tarde y en el pago de un jornal tan grande para los que sólo trabajaron una hora.
Esta actitud del propietario, imagen de Dios, no es arbitrariedad ni capricho generoso de multimillonario. Sino que es el modo propio de actuar de un hombre generoso, compasivo. No le sufre su corazón dejar al de la última hora, sólo con una mínima parte del jornal necesario para vivir al día.
Así obra Dios
La enseñanza que podemos concluir de aquí es que: Así obra Dios. ¡Así es Dios! ¡Tan bueno! Tan espontáneamente generoso. Tan grande es su bondad. Dios da su reino a publicanos y pecadores, a pesar de su indignidad y no merecérselo: Y todo porque Él es bueno.
Dos puntos culminantes tiene está parábola:
El primero me enseña la generosidad de Dios. El segundo me muestra la indignación de los que han soportado el peso del día y del calor. Estos últimos se rebelan, les parece una injusticia manifiesta, protestan. Pero el dueño los calla con una respuesta humillante: “¿Vas a ser tú envidioso, porque yo soy bueno?”.
Esta segunda parte se dirigía principalmente a los fariseos y a todos los que obraban como ellos, que se escandalizaban de la conducta de Jesús con los pecadores. Jesús les dice con esta parábola que su crítica es injustificada, odiosa, sin amor.
Ciertamente que los obreros de la última hora no tienen mérito alguno que los haga acreedores del jornal entero. Pero, como Él es bueno, por eso les paga igual.
Qué agradecidos debemos vivir siempre con nuestro Padre Dios que nos paga lo que nosotros no merecemos, movido por su infinito amor y compasión hacia nosotros. Una conducta así nos llena de confianza al comprobar que no hay tiempo límite para el arrepentimiento y para la entrega. Para Dios todo tiempo cuenta, cuenta el momento presente que tengo aquí y ahora, sin reclamaciones dolorosas por mi pasado perdido, quizá, en el pecado, la indiferencia, la pereza.
Y en el día del juicio, Dios obrará también así. El día del juicio será el día de la manifestación de la generosidad espléndida de Dios. Dios da su salvación al pecador que se arrepiente, aunque sea a última hora, al que no se lo merece y la da porque Él es bueno.
Por eso Dios siempre rompe nuestros esquemas. Con cuánta frecuencia queremos meter a Dios en nuestra lógica, pero la «lógica» de Dios es distinta. Como dice Isaías: “Mis planes no son vuestros planes, vuestros caminos no son mis caminos”. (Is 55,8).
La balanza a nuestro favor
Esa misericordia desconcertante de Dios tiene también un rostro Maternal: María.
Ella es “Abogada” nuestra que durante toda nuestra vida, pero especialmente en el momento culminante de nuestro juicio, moverá la balanza a nuestro favor.
“Es imposible que se salve quien no es devoto de María -escribía San Leonardo de Puerto Mauricio- amadle y os aseguro que os salvaréis… Abracemos pues este amor a María y practiquémoslo hasta la muerte… Oh María, a la que quiero… desde este momento me hecho en tus brazos acéptame y sálvame”.