La época de Navidad nos remite a una de las fiestas más entrañables del año litúrgico: la Sagrada Familia. Se trata de una de las realidades más bellas y gratificantes de la vida. Toda familia procede del Padre y quiere ser una manifestación del amor de Dios.
El recuerdo de Jesús, José y María está íntimamente vinculado al nacimiento del Redentor. El Hijo de Dios nació y vivió en una familia. Esto supone una santificación de la misma.
Modelo de toda familia
En el Evangelio de hoy se nos presenta la familia de Nazaret como modelo de toda familia cristiana. En primer lugar, todo el episodio está marcado por el hecho de cumplir la ley del Señor. San Lucas subraya cómo María y José cumplen con todo detalle lo que manda la ley santa; lejos de sentirse dispensados, se someten dócilmente a ella.
De igual modo, no puede haber familia auténticamente cristiana si no está modelada toda ella, en todos sus planeamientos y detalles, según la ley de Dios, según sus mandamientos y su voluntad.
Por otra parte, para los israelitas, presentar el hijo primogénito en el santuario era reconocer que pertenecía a Dios (Ex 13,2). Más que nadie, Jesús pertenece a Dios, pues es el Hijo del Altísimo (Lc 1,32). Este gesto es muy iluminador para toda familia, que ha de recibir cada nuevo hijo como un don precioso de Dios, que es el verdadero Padre (Mt 23,9), y ha de saber ofrecerlo de nuevo a Dios, sabiendo que en realidad ese hijo no les pertenece a ellos, sino a Dios; por lo que deben educarlo según la voluntad del Señor, de manera que crezca en gracia y sabiduría.
Tomar a la Sagrada Familia como protectora de nuestra familia
En la vida de la familia de Nazaret también está presente la cruz. Jesús es signo de contradicción y a María una espada le traspasará el alma. Con esta profecía, Simeón le anuncia los futuros padecimientos a que se verá sujeta por ser Madre del Redentor.
También Ella, íntimamente unida a la Persona y a la Obra de Cristo, está llamada a corredimir al género humano mediante su entrega generosa. Su Hijo de una manera física, por la muerte en la cruz, Ella, en su corazón, por su muerte mística.
¡Qué consolador para una familia cristiana saber que Jesús, María y José han sufrido también como ellos y más que ellos! También en esas situaciones de dificultad, de enfermedad, de persecución por sus convicciones y conducta cristiana, de incomprensión por parte de los mismos familiares, lo decisivo es saber que «la gracia de Dios les acompaña» y que esos sufrimientos, llevados con amor, pueden convertirse en canal de gracia y salvación para ellos mismos y sus seres queridos.
Que la Familia de Nazaret bendiga de manera especial a todas las familias del mundo y proteja la integridad de la misma, que ahora, más que nunca, está siendo tan duramente atacada.