El Evangelio de Marta y María, es una invitación de Jesús a la contemplación de su palabra. Nos dice el relato que María, “sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra”. Esta actitud resume perfectamente la postura de todo discípulo de Jesús.
«A los pies del Señor», es decir, humildemente, en obediencia, en sometimiento a Cristo, consciente de que Él es el Señor, como el discípulo que se deja instruir dócilmente y se deja modelar por la palabra de Cristo. Y ello en atención permanente al Maestro, en una escucha amorosa y continua, pendiente de sus labios, como quien vive «de toda palabra que sale de la boca de Dios» (Mt 4,4).
Que nada te impida la oración
Por otro lado Jesús también nos enseña que las ocupaciones de la vida, por más urgentes e inaplazables que se presenten, nunca deben constituir una preocupación que impida lo más importante: la oración. Esa oración que hace a Dios presente y actuante en todo lo que emprendemos. La mano de Señor no está hoy corta. Seguirá obrando milagros sobre el que lo ama y le da el primer lugar en su vida.
Sin embargo, la queja de Marta sigue resonando hoy en nuestra Iglesia. “Señor, no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo. Dile que me ayude”. Se ve la oración como una “pérdida de tiempo”, como algo inútil, infructuoso, accesorio. Sin embargo, a cuántos podría el Señor dirigir esta amonestación: “Marta, Marta, te afanas y te inquietas por muchas cosas. Una sola es necesaria”. Quiere decir que las demás cosas no lo son.
Pero, por desgracia, ¡nos enredamos en tantas cosas que nos hacen olvidarnos de la única necesaria y nos tienen inquietos y nerviosos! Las palabras de Jesús sugieren que nada debe distraernos de su presencia y que en medio de las tareas que Dios mismo nos encomienda hemos de permanecer a sus pies, atentos a Él y pendientes de su palabra.
La Virgen orante
Esta actitud de María, la hermana de Marta, se realiza admirablemente en la Virgen Santísima. Ella es la perfecta discípula de Jesús, siempre pendiente de los labios de su Maestro, totalmente dócil a su palabra, ocupada de lo único necesario. Por eso se nos dice en el evangelio: “María conservaba todas las cosas, meditándolas en su corazón”. Es decir que María hacía de toda su vida una continua oración, una meditación asidua de la voluntad de Dios.
En todas las circunstancias de su vida Nuestra Señora oraba sin cesar, sobre todo en sus grandes sufrimientos. Palpaba la necesidad absoluta que tiene el hombre de apoyarse en Dios. Y en eso estamos nosotros llamados a imitarla. Nuestra ocupación es acercarnos a Dios, descansar en él en la oración. La oración hará presente en nuestra vida al Dios que nos ama.
Aunque veas revolverse todo alrededor y te sientas en turbación insoportable, aunque sucesos inesperados se levanten contra ti y te pongan a punto de hundirte nada temas. Continúa siendo orante, como María y Dios continuará siendo tu refugio inexpugnable.