Este domingo es conocido como el Domingo del Buen Pastor. Cristo es el Buen Pastor. Pero lo es de cada uno. La relación con Cristo es muy personal. Y el tiempo pascual debe de afianzar esta relación entre Él y yo. Debe afianzar la certeza y la experiencia de que «el Señor es mi pastor». Esta es la única seguridad, incluso en medio de las oscuridades: «Nada temo, porque tú vas conmigo».
A la luz de este Evangelio (Jn 10,1-10) puedo preguntarme: ¿Cómo vivo mi relación con Cristo? ¿Mi fe en Él se traduce en confianza? Sólo quien se sabe amado por Dios es capaz de superar las barreras y los obstáculos que se presentan a lo largo del camino espiritual. Obstáculos que surgen muchas veces de la propia familia, de las amistades, de voces extrañas que me confunden, de situaciones dolorosas que me paralizan, de tentaciones y caídas que me hacen desviarme. Vivir en el error, en la mentira, en el engaño, en la duda, produce en el alma oscuridad, dolor e inseguridad.
La voz del pastor
Jesús hoy nos invita a reconocer su voz y a seguir sus pasos. La voz del Señor por medio de mi propia conciencia es la que me dicta lo que debo hacer o lo que debo evitar. Ignorar esa voz o tratar de acallarla para seguir “otras voces” sólo me llevará al propio fracaso y perdición. Rechazar la enseñanza de la Iglesia y la tradición para probar novedades, cambios, ideologías modernas o simplemente para seguir el camino de la mayoría, aunque estén equivocados, es desoír la voz de mi Pastor para irme detrás de engaños que me extravían.
Seguir a Jesús es vivir convencido de su amor personal por mí y abandonarme con confianza a sus planes amorosos. Él sabe el camino que me conviene seguir, Él sabe lo que necesito y lo que debo evitar. Sólo Él conoce el destino que me hará plenamente feliz. Pero para alcanzarlo debo ser fiel a esa voz, que muchas veces me llevará por caminos tortuosos y difíciles, sí, pero que nunca me dejará solo.
La Pascua es la celebración gozosa de haber sido encontrados por Cristo y conducidos por Él. Antes estábamos perdidos, y Jesús ha salido a buscarnos por los caminos del mundo y en esa búsqueda se ha dejado la vida: «Sus heridas nos han curado». En su búsqueda de nosotros nos ha amado «hasta el extremo» (Jn 13,1). De ahí que también nosotros debamos imitar su ejemplo y seguir sus huellas, estando dispuestos a dejar nuestra piel por serle fieles y por buscar a los hombres que permanecen descarriados y perdidos.
La Divina Pastora
De igual modo a la Santísima Virgen se la llama la Divina Pastora; porque se le puede aplicar a Ella esta parábola. También Ella tiene las cualidades las cualidades del buen pastor.
Por ser Corredentora y Madre de los hombres Ella conoce a cada uno sus hijos, el estado de sus almas, la necesidades espirituales y corporales de cada uno.
¡Qué idea tan consoladora! No imagines a la Santísima Virgen tan absorta en su felicidad, que prescinda de ti. Te conoce personalmente, sabe lo que necesitas, aunque tú no se lo digas; piensa continuamente en ti.
¿Cómo la conoces tú a Ella? Procura que crezca ese conocimiento cada día más.