El Evangelio de hoy nos relata la petición que hicieron Santiago y Juan a Jesús para que les concediera los puestos de honor en su reino y la indignación que sintieron los otros diez por esta actitud de los dos hermanos.
Y Jesús, ante esta pretensión desordenada de sus apóstoles, y que afloraba intermitentemente en ellos, los instruye sobre la verdadera grandeza y primacía.
La excelencia del servir
La verdadera grandeza y primacía está en el servicio: “El que quiera llegar a ser grande entre vosotros, sea vuestro servidor; y el que quiera llegar a ser el primero, sea el último de todos”. Y el Señor sustenta su enseñanza con su propio ejemplo: “porque el Hijo del hombre no ha venido a ser servido sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos”. Jesús quería inculcar en sus discípulos la excelencia del servir.
Por eso, Jesús es presentado en la Sagrada Escritura como el Siervo, el que viene a prestar servicio. Eso nos dicen los cuatro cantos del sobre el Siervo de Yavé, mediante los cuales el profeta Isaías nos da una definición descriptiva de Jesús. Y, ¿cuál es el servicio específico de Jesús, el que lo caracteriza?: El dar su vida en rescate por todos.
Hasta dar la vida
Esa debe ser nuestra actitud si queremos ser auténticos discípulos suyos: servir hasta estar dispuestos a dar la vida por nuestros hermanos.
Los apóstoles discutían por conseguir honores y los primeros puestos, pero el Señor les enseña muy claro que ese no es el camino que Él ha venido a recorrer. Posteriormente comprendieron la lección, pues todos murieron derramando su sangre por Cristo. Se dieron cuenta que la verdadera grandeza del hombre está en ofrecer la propia vida por amor.
La Esclava del Señor
Eso fue la vida de María, la más perfecta discípula de Cristo. A pesar de haber sido elegida como Madre de Dios y de haber sido adornada con los más grandes dones y gracias que jamás criatura alguna ha recibido, nunca ambicionó honores humanos. Siempre se puso en actitud de servicio ante Dios y ante los demás.
En la Anunciación se da a sí misma el nombre de “Esclava del Señor”. Cuando se entera de la necesidad de su prima anciana y encinta, con prontitud acude a prestar sus servicios; en las bodas de Caná, aparece sirviendo. Y ahora en el cielo está siempre atenta a las necesidades de sus hijos. Ella es nuestro mejor modelo para imitar. Pidámosle que nos enseñe a hacer de nuestra vida una continua entrega por amor.