Todo cristiano está llamado a ser discípulo misionero. El Evangelio de este domingo nos da la oportunidad de recapacitar en las condiciones que debe tener el seguidor de Cristo: lo que deben llevar consigo en su misión y su comportamiento en caso de ser rechazados.
Primera instrucción: no llevar consigo nada para el viaje
No llevar nada es también parte del testimonio que hay que dar. El hombre contemporáneo cree más a los testigos que a los maestros; cree más en la experiencia que en la doctrina, en la vida y los hechos que en las teorías. El testimonio de vida cristiana es la primera e insustituible forma de la misión: Cristo, de cuya misión somos continuadores, es el «Testigo» por excelencia y el modelo del testimonio cristiano.
Decir a los demás que somos cristianos y no vivir acordes a las enseñanzas del Señor es una contradicción. Por eso, este “no llevar nada para el camino”, nos recuerda el desprendimiento que debemos tener de las cosas de la tierra, la confianza que debemos poner siempre en Dios antes que en los medios humanos, la sencillez y modestia de nuestra vida. El misionero que, aun con todos los límites y defectos humanos, vive con sencillez según el modelo de Cristo, es un signo de Dios y de las realidades trascendentales.
Segunda instrucción: la respuesta ante el mensaje
La segunda instrucción recalca el aspecto completamente libre de la aceptación del mensaje. Siempre el discípulo del Señor debe contar con el rechazo, pero no por eso se debe desanimar ni mucho menos abandonar su tarea. A cada cual se le pedirá cuenta de sus obras. Por eso el Señor les dice: “Si algún lugar no os recibe y no os escuchan, marchaos de allí sacudiendo el polvo de la planta de vuestros pies…”. La frase simboliza la exclusión del Reino de Dios de aquéllos que no han querido acoger el mensaje de Salvación.
Y ese rechazo, en nuestro mundo actual, puede provenir de dos fuentes que, como acertadamente anunció el Papa León XIII en su Encíclica Humanum Genus, constituye uno de los mayores males. Decía: “La propagación del gran error de los tiempos actuales: el indiferentismo religioso y la igualdad de todos los cultos. Conducta muy acertada para arruinar todas las religiones, singularmente la católica, que, como única verdadera, no puede ser igualada a las demás sin suma injusticia”.
Jesús envió a sus discípulos a anunciar la salvación a los que creen en su doctrina, contenida en la Iglesia Católica fundada por Él. Rechazar ese mensaje bajo cualquier pretexto nos cierra las puertas de la salvación. Por el contrario, acoger con humildad la verdad contenida en él, nos capacita para ser invadidos por el Espíritu de Dios que nos llevará a la verdad plena.
Modelo de discípulos
Un gran ejemplo de esto nos lo presenta el pasaje de la Visitación de María. Ella, como verdadera discípula de Cristo, llevó a su prima el mensaje de salvación.
María, colaborando ya desde el comienzo de su maternidad en la obra redentora del Hijo, se transforma en el modelo de quienes en la Iglesia se ponen en camino para llevar la luz y la alegría de Cristo a los hombres de todos los lugares y de todos los tiempos.
Pidamos a Nuestra Señora que nos conceda celo apostólico para evangelizar al mundo de hoy, no solo con las palabras, sino con buenas obras.