En este primer domingo de Adviento la Iglesia nos hace un llamado apremiante a la vigilancia: ¡Velad!
Es preciso estar preparados. Y para ello, debemos juzgar todo desde el final eterno, lo contrario es perder el tiempo. Sabemos que el final, en que nos jugamos el todo, llegará más tarde o más temprano para cada uno. Lo que no sabemos es el cuándo ni el cómo, de ahí que el Señor nos invite a esta continua vigilancia, de modo que no nos sorprenda la hora cuando ya no haya remedio.
Nuestra vida debe transcurrir no en placeres, fantasías, ambiciones vanas, sino en la expectación vigilante que llena de buenas obras la vida porque el tiempo es breve.
La postura del seguidor de Cristo es la del hombre, que en la espera del Señor que viene, se mantiene en constante vigilancia para no dejarse distraer por nada ni por nadie. Su preocupación es ser responsable para así ser sorprendido obrando el bien, lleno de buenas obras.
Siempre en guardia
Esto quiere decir que debes mantenerte siempre despierto, alerta, estar sobre ti, nunca perder el control de ti. Velar quiere decir que debes estar siempre tan sobre ti que te encuentres siempre preparado, listo, apto para escuchar y ejecutar los planes de Dios en ti. Debes ser centinela siempre en guardia, siempre a punto. Debes ser tan auténticamente siempre de Dios que Dios te encuentre siempre digno de toda su fe.
Que Dios te sorprenda siempre amándolo en todo lo que hagas, no importa el qué ni el dónde, sino el cómo lo hagas. Con esa intención pura y recta de agradarle en todo. Dios no necesita de tus obras, necesita de tu amor y de tu entrega generosa a Él.
Puestos los ojos en el día de nuestra muerte, no permanezcamos inactivos. Llenémonos de buenas obras. Pensar en el final es llenar de sana y reconfortante tensión y alegría nuestra vida. Es darle un sentido plenamente satisfaciente.
Madre vigilante
El hacer el bien incluye la disposición a soportar la cruz de cada día. Nos es sumamente necesaria la fortaleza en estos tiempos en que nos toca vivir. Dejemos tantas cosas materiales e inútiles que nos incapacitan para la lucha de cada día y nos quitan fuerza.
La única cosa necesaria, la que escogió María, estar con el Señor y hacer su Voluntad. Por eso la Iglesia la reconoce como Madre vigilante, con la lámpara siempre a punto, preparada para la llegada del Señor.
Si imitas a María y le das entrada en tu vida podrás triunfar.
No te acongojes diciendo: ¿podré vivir según las exigencias del Evangelio? Ella está a tu lado, no te abandonará. Pero debes ser acrisolado en la tribulación y el sufrimiento. Tribulación y sufrimiento fue lo que marcó el camino de Jesús y de María.
El que persevere hasta el final ese será salvado” (Mc.13,13).