Partiendo de la discusión de los discípulos que meditábamos el domingo pasado sobre quién sería el más grande, Jesús inicia una instrucción en la que aborda diversos temas sobre el camino que debe seguir el cristiano.
Los discípulos no alcanzan a comprender la radicalidad del mensaje, como sucede aún hoy día a muchos miembros de la Iglesia. El poder, en la nueva comunidad que el Señor está formando, debe ser el servicio a la vida, no el afán de dominio y protagonismo. La vida del cristiano debe caracterizarse por ser una vida de entrega. Entrega a Dios, en primer lugar, y entrega a los hombres como manifestación de ese amor a Dios.
Opciones claras
Por otro lado el Evangelio es tajante. Y no porque sea duro, pues nadie considera duro a un médico que corta un miembro gangrenado para salvar al cuerpo. La conversión del corazón debe ser profunda: «Si tu mano te hace caer, córtatela».
De esta manera nos enseña Jesús que, para la salvación y santidad de nuestra alma, debemos renunciar a todo aquello que pueda sernos un tropiezo, y que es precisamente en esta profunda negación y en este «perdernos» a nosotros mismos, aun en las cosas más queridas y hasta en la vida terrena, si fuese necesaria, en lo que consiste el camino de la salvación y de la santidad.
Jesús quiere que los discípulos comprendan que no es posible seguirlo a Él sin tomar opciones claras y radicales por el proyecto de vida que les propone.
Por lo que se refiere a los que escandalizan a los sencillos y humildes, el Señor también es muy claro: «Más le valdría que la encajaran en el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar».
Terribles palabras que podríamos aplicar hoy día cuando tantos escándalos y abusos se dan contra los más pequeños. La imposición de ideologías malsanas y contrarias a la naturaleza y dignidad humana están matando la pureza en esas almas inocentes. Para esos que así obran, el Señor les anuncia el castigo. No quedará impune su pecado. Así, pues, antes de causar la pérdida eterna de un alma, preferible sería morir de muerte horrible y despiadada.
La Estrella segura
En una sociedad en la predomina el placer, el hedonismo, la confusión, el escándalo y que parece que le ha declarado la guerra a Dios, María es la Estrella que nos guiará a puerto seguro.
María educó a Jesús, no para la gloria y el triunfo sino para el servicio en la humillación. María se definió a sí como la esclava. María sabía que Jesús era el Esclavo sufriente anunciado: para esa esclavitud de servicio por amor educó a Jesús.
Pidamos a nuestra querida Madre que también a nosotros nos eduque para afrontar los desafíos del mundo actual con los criterios de Jesús, con la firmeza y fidelidad de Jesús y sobre todo, con el amor paciente de Jesús.