El fundamento de nuestra vida cristiana es la resurrección de Cristo. Por eso es la fiesta más importante de todo el año. Es como el sello definitivo de Dios, su firma de que todo lo que Él ha dicho y prometido es verdadero.
Hoy es el gran día para los hijos adoptivos de Dios, para los incorporados a Cristo, en quién fuimos renacidos, no por la carne, ni por la sangre, sino por el espíritu, por el amor de Dios. Al vencer el aguijón de la muerte –el pecado-, Cristo abrió a los creyentes los reinos de los cielos; una nueva edad, y ciertamente más feliz, comenzó para todo el género humano.
Aunque las apariencias sean adversas, aunque el mal dibuje su sombra sobre el mundo, la esperanza cristiana sabe y confía en el triunfo del Señor, que es el triunfo del Bien y del Amor.
Aparición a María Magdalena
Hoy contemplamos la aparición de Jesús a María Magdalena donde podemos ver dos aspectos ilustrativos: Su amor apasionado por Jesús y su perseverancia en la búsqueda de su amado.
María tenía un solo pensamiento, una sola obsesión, un solo amor, una idea fija: JESÚS. Es lo primero que debemos aprender nosotros. A enamorarnos tanto de Cristo que Él sea nuestra idea fija. Nuestro pensamiento, nuestro anhelo, nuestro todo. Examinemos a lo largo del día en cuántas cosas pensamos. Dice el Señor: “Donde está tu tesoro allí está tu corazón”. Y podríamos completar: “Donde está tu pensamiento, allí está tu corazón”.
¿Dónde tienen muchas personas sus pensamientos? En el celular; allí está su corazón. En el trabajo; allí está su corazón. En la familia, allí está tu corazón. En uno mismo, allí está su corazón. Y nosotros debemos aspirar a que nuestro corazón esté en Dios ¡en el cielo!
Otro aspecto que nos enseña esta santa es la perseverancia en el bien. “Primero lo buscó, sin encontrarlo; perseveró luego en la búsqueda, y así fue como lo encontró; con la dilación, iba aumentando su deseo, y este deseo aumentado le valió hallar lo que buscaba. Los santos deseos, en efecto, aumentan con la dilación. Si la dilación los enfría es porque no son o no eran verdaderos deseos.”
Muchas veces Dios no nos da de inmediato lo que le pedimos para aumentar nuestra capacidad de recibir y ver si de verdad deseamos eso que le pedimos o es un mero capricho momentáneo. Cuando menos lo esperes, Dios te llamará por tu nombre.
Mujer de Fe
La primera aparición de Jesús resucitado fue a su Madre. No es de fe, ni consta en el Evangelio, pero es cierto. No podemos dudar de que la Virgen lo esperaba, con una fe viva e inquebrantable.
Nuevamente la Virgen Santísima se nos presenta como prototipo de la mujer de fe, la que confió sin dudar lo más mínimo en la Palabra de Dios. En ningún relato se dice que la Virgen fuera al sepulcro. Y no fue, precisamente, porque tenía fe. Ella no esperaba un muerto.
María creía que su Hijo había resucitado tal como Él lo había anunciado. Creer después de haber visto es apoyarse en la evidencia de los hechos. Pero creer sin haber visto es apoyarse en Dios.
Aprendamos de María a vivir desde ya el gozo del triunfo definitivo de Cristo en el mundo y en cada alma, aunque vivamos rodeados de tiniebla y oscuridad, porque el que confía en el Señor nunca queda defraudado.