La Buena Noticia que es el Evangelio abarca a toda la existencia humana. También el matrimonio. Pero, como siempre, Cristo va a la raíz. No se trata de que el Evangelio sea más estricto o exigente. Si Moisés permitió el divorcio, fue «por la dureza de vuestros corazones», es decir, como mal menor por el pecado y sus consecuencias.
Hoy en día, sin embargo, las enseñanzas evangélicas están siendo cuestionadas y abiertamente rechazadas y cambiadas. El Señor nos presenta muy claro el plan original del Padre: Los creó para que fueran una sola carne y no es lícito el divorcio. Jesús claramente lo rechaza.
Lo que Dios unió
Las palabras «lo que Dios unió» dicen que el matrimonio no es una realidad puramente secular, fruto sólo de voluntad humana; en él hay una dimensión sacra que se remonta a la voluntad divina. Ante quienes ven como imposible el permanecer fieles al cónyuge, el Señor nos demuestra que Él viene a hacer posible la vivencia del matrimonio tal como el Creador lo había pensado y querido al principio, pues Jesús viene a sanar al ser humano en su interior, viene a dar un corazón nuevo.
Al renovar el corazón del hombre, renueva también el matrimonio y la familia, lo mismo que la sociedad, el trabajo, la amistad… todo. Sólo unidos a Cristo y apoyados en su gracia los matrimonios pueden ser fieles al plan de Dios y vivir a la verdad del matrimonio: ser uno en Cristo Jesús.
El proyecto de Dios
La presencia de Jesús en Caná manifiesta el proyecto salvífico de Dios con respecto al matrimonio. En esa perspectiva, la carencia de vino se puede interpretar como una alusión a la falta de amor, que lamentablemente es una amenaza que se cierne a menudo sobre la unión conyugal.
María pide a Jesús que intervenga en favor de todos los esposos, a quienes sólo un amor fundado en Dios puede librar de los peligros de la infidelidad, de la incomprensión y de las divisiones. La gracia del sacramento ofrece a los esposos esta fuerza superior de amor, que puede robustecer su compromiso de fidelidad incluso en las circunstancias difíciles.
Por otro lado, tomando pie de las mismas palabras del Señor, podemos también observar la mentira y la aberración de la ideología de género, que es una de las mayores astucias con la que el demonio ha logrado engañar al hombre. Jesús dice claramente: “hombre y mujer los creó”.
El diablo, enemigo de Dios, quiere destruir la obra por excelencia del Creador: el ser humano. Para ello ha optado por destruir la identidad de la persona, con lo cual logra hacerla vulnerable a cualquier otra imposición errónea y la aparta de la fuente de la Verdad y de la Vida. El resultado es mentira y muerte.
Debemos hacer todo lo posible para que los hombres y mujeres de nuestro tiempo descubran la dignidad que tienen como hijos de Dios y se sientan amados y agradecidos, como salieron de las manos del Creador. Es una lucha que, como dice San Pablo, no es con los poderes de este mundo, sino contra los espíritus del mal. Pero sabemos que en esta lucha, ya la Mujer, es decir María, ha vencido al demonio. Y en Ella hemos vencido todos los que le pertenecemos por ser hijos suyos.