Este domingo el Evangelio nos relata el encuentro de los apóstoles con Jesús al regreso de su misión, pero sobre todo, nos presenta la figura de Jesús como el Buen Pastor. Los primeros cuidados de Jesús son para los apóstoles, esa porción elegida de su rebaño, a quienes reúne en torno a Sí después de las fatigas de su primera misión: «Venid vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar un poco».
Jesús nos da una lección muy importante: Él sabe que todo apóstol necesita restaurar sus fuerzas junto a Él. Si el apóstol no alimenta su vida sobrenatural, en un tiempo de oración e intimidad con el Señor, su tarea apostólica pierde toda su eficacia. Como dice San Pablo, será una campana que suena y hace ruido. Cierto que el apóstol debe descansar y reponer sus fuerzas físicas, pero la vida de oración es la que sostiene su vida apostólica y es la que más debe procurar. Cuanto más una persona se une a Dios, tanto más participa de su fecundidad inagotable, y por ello se hace más capaz de comunicar la vida divina a los hombres. Cuanto más unido a Dios, más fecundo será su apostolado.
Una multitud lo estaba aguardando
Pero donde mejor se muestra la figura de Jesús como Buen Pastor es en esa compasión que Jesús siente por las multitudes que están como ovejas sin pastor. Jesús ha ordenado a sus discípulos que partan en la barca a la otra orilla en busca de soledad y de un poco de descanso. Sin embargo, las gentes, ansiosas de su palabra y de su cuidado, salen detrás del Maestro, e incluso se le adelantan, de manera que, al desembarcar Él, una multitud lo estaba aguardando.
Jesús no piensa en su descanso, ni en su propia comodidad ni en sus intereses. Ante la presencia de una multitud que lo busca «como ovejas sin pastor», Él se compadece e interrumpe el descanso antes incluso de comenzarlo. Olvidado de sí, Jesús se da totalmente al cuidado del rebaño que el Padre le ha confiado. Él es el Buen Pastor que da la vida por sus ovejas y enseña a los que han de continuar su tarea como pastores a hacer lo mismo. Con su ejemplo, Jesús nos enseña que las necesidades de los otros están por encima de las nuestras.
¿Qué hace un pastor bueno?
Ante todo, siente profundamente una sincera compasión por las ovejas descarriadas, desorientadas, sin guías. Después, reúne a las ovejas bajo su guía, para evitar por un lado que los lobos las atrapen y devoren, y por otro para dar a todas el alimento de la verdad y del bien. Luego, cuidará de que crezcan y se multipliquen, y de esta manera puedan proclamar a otras generaciones sus maravillas en favor de los hombres. Finalmente, elegirá otros pastores que le ayuden en su labor de guía y con ellos continuará llevando a las ovejas a verdes praderas y a frescas aguas (que son los sacramentos y la sana doctrina). El Buen Pastor necesita de muchos y buenos pastores.
Pero el Buen Pastor también nos alerta que hay «pastores negligentes», que dejan a las ovejas perdidas y descarriadas. Son pastores que buscan su propio interés y no el de las ovejas; que no alertan de los peligros que las amenazan ni las ponen en guardia contra doctrinas perniciosas; pastores que siguen enseñanzas contrarias al Evangelio y temen enfrentarse a los lobos que quieren destruir el rebaño; pastores que huyen ante el peligro y que en lugar de guardar las ovejas, las dejan perecer.
Ante estos pastores, que dispersan a las ovejas porque buscan su propio interés, los discípulos de Jesús deben compartir la misma compasión y la misma solicitud del Maestro por tantas personas que están como ovejas sin pastor. También a nosotros debe dolernos que haya tanta gente que se siente perdida y abandonada porque no conocen a Jesús, ni su mensaje de salvación.
Cuando se piensa que de nuestra generosidad y de nuestro sacrificio puede depender la salvación de muchas almas, el alma se siente impulsada a trabajar con Jesús para salvarlas. El apóstol debe saber dar su tiempo, su trabajo, sus energías y hasta a sí mismo, sin retroceder a causa de los obstáculos.
Que María, Virgen compasiva, que no dudó en servir a su prima Isabel ni en permanecer al pie de la cruz para la salvación de las almas, nos haga crecer en el amor y nos torne capaces de entregarnos plenamente al servicio de las almas.