María es la Estrella del Mar, la Gran Señal que Dios puso para guiarnos. Con fuerza predicaba el R. P. Molina en agosto de 1989: “Una gran señal, poderosa, apareció en el cielo, presidiendo el desfile de la historia. Una Mujer vestida del Sol, ¿de qué sol?… ¡del de Dios! ¡Vestirse de Dios, imitando a María!”. Esto significa el santo escapulario del Carmen.
La Virgen Santísima en Fátima, en la aparición del 13 de octubre de 1917, sostenía en la mano el escapulario marrón. Exhortó a que sus hijos lo lleváramos con reverencia. Que el llevarlo es signo de consagración a Ella, signo de que Su amor nos cubre, nos protege y nos envuelve. Y también nos robustece, nos entrena para las batallas a lo largo de la vida; nos hace valerosos, nos afirma en la victoria de nuestra fe.
San Alfonso María de Ligorio dijo: «Agrada a María Santísima ver que sus siervos usan Su Escapulario como marca de que se han dedicado a Su servicio y de que son miembros de la Familia de la Madre de Dios».
Ella es la vencedora de las tinieblas por estar vestida de Dios. No solo es toda Luz; es además una Mujer que lucha. Es la Mujer enemistada por antonomasia con la fuerza y el poder del mal. Enemistad infranqueable, por más que el mundo busque “hermanar” las cosas, por más que los hombres tratemos de llamar bien al mal y mal al bien.
Buena oportunidad para preguntarnos con toda sinceridad: ¿cómo va nuestra lucha contra el pecado? ¿Nuestra huida del pecado es total? ¿Evitamos las ocasiones próximas de pecar?
Armadura de los hijos de María
Por ser Madre de Dios Inmaculada puede contra el enemigo, lo humilla, lo desbarata, lo aniquila, lo pone en huida y da esa potestad a todos sus hijos. Y como insignia nos deja el santo escapulario. ¡Es la armadura de los hijos de María!
Un solo deseo de nuestra Madre tiene más poder que todas las fuerzas del infierno. Es la Madre que nos da Dios, que nos viste con Su santo hábito y con él nos defiende. ¡Qué consuelo tan grande para nuestra debilidad!
María venció con armas infalibles e invencibles: la humildad, la pureza, la obediencia.
Es así como María vence y es así como nos enseña a vencer. Ella tiene que ser la abanderada que nos lleve al triunfo, el triunfo de decidirnos seguir a Cristo, de vivir el Evangelio. Con una Madre así ¿dejaremos que la cobardía, los miedos, las medianías nos venzan? Con Ella la victoria está asegurada.
Consagrarse con la imposición del Santo Escapulario
«Quien se ha consagrado a María —en palabras de Pío XII— le pertenece de manera especial. Se ha convertido como en un santuario de la Santísima Virgen. El amor de María le da el coraje para lanzarse a grandes cosas: vencer el respeto humano, sacudir el egoísmo, servir y obedecer con paciencia. Cobra odio al pecado y lo combate en sí mismo y le hace la guerra con todas sus fuerzas.
Cuando ve a la Inmaculada pisar a la serpiente infernal, cuando contempla a la Madre de Dios elevar entre sus brazos a su divino Hijo, su voluntad no puede tener ninguna complacencia en el mal, al contrario, está orgulloso de pertenecer a Jesús y a María, y sabe también, lo apremia a hacer todo lo que Jesús manda o desea».
Conoce más sobre el Santo Escapulario del Carmen y llévalo con devoción.